Juventud, divino tesoro

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

MARTINA MISER

08 ago 2020 . Actualizado a las 10:30 h.

No añoro mi juventud, pero guardo el mejor de los recuerdos de ella. Acumulé experiencias en mi particular mochila que me permite afrontar esta nueva etapa de mi vida con más sosiego. No obstante, y a pesar de mi admiración por las nuevas generaciones llamadas a sucedernos, en nuestra condición de garantes de que las cosas se hagan con cierto sentido común los llamados por la gente joven viejos o abueletes aún tenemos muchas cosas que enseñarles. Solo se trata de experiencia. Reparamos en la terrible noticia de que el grupo de edad de entre 15 y 29 años es el más afectado actualmente por el covid-19. Sin lugar a dudas la muchachada se ha expuesto más que nadie. Se sienten invulnerables en la plenitud de su vida, ajenos a que el enemigo no es un asesino al uso. Un solo botellón o reunión de jóvenes con una copa de más, que provoca que relajen sus medidas de seguridad, convierte esos encuentros en un campo de batalla donde la víctima se conoce de antemano. Y ese infectado al poco tiempo contagiará a otros y así sucesivamente. ¿Qué hacer para evitar que esto ocurra? Solo una forma de actuar puede resultar efectiva. Controlar hasta la extenuación por parte de nuestras autoridades competentes que estas reuniones se celebren con todas las garantías sanitarias y, en caso de que algunos intenten eludirlas, que a nadie le tiemble el pulso a la hora de imponer sanciones que resultan disuasorias. No se trata de fastidiar el verano a nuestros chavales. En absoluto. Se trata de velar por sus vidas y por la del resto de nuestros conciudadanos. Como todos los que ya no somos unos críos lo fuimos tiempo atrás, sabemos que a la tercera copa comienza la exaltación de la amistad en cualquier reunión juvenil que se precie. Y también somos conscientes de que las mascarillas, que a priori disciplinadamente llevan a esos encuentros nuestros jóvenes, tras un rato más bien corto acaban en la papelera. Es ley de vida. Todos fuimos jóvenes y se trata de que los que lo son hoy lleguen a viejos sin secuela alguna provocada por el maldito bicho.