Un verano de playas colapsadas

Javier Guitián Rivera EN OCASIONES VEO GRELOS

OPINIÓN

LAURA MARTELO

28 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unas semanas comentábamos en el pueblo cómo sería este verano tan esperado. Ninguno de los que estábamos allí lo teníamos claro, ya que, pensábamos, todo dependería de la evolución del covid-19, pero todos coincidíamos en que la movilidad descendería y, en consecuencia, la presión turística sería mucho menor. Pues bien, nada más lejos de la realidad.

Con buen criterio el Concello de Ares, como otros, se planteó limitaciones de aparcamiento y la creación de áreas disuasorias de estacionamiento, restringiendo el acceso a algunas zonas a los no residentes. El pasado sábado por la mañana, ante el colapso del día anterior, la policía notificó a los vehículos mal aparcados su situación irregular; al poco tiempo el cartel que indicaba la prohibición apareció destruido. Por la tarde, en el pueblo, una treintena de jóvenes bebían y cantaban en la plaza sin respetar las más mínimas normas de seguridad; con música y sin mascarillas echaron el rato ante la mirada atónita de los vecinos.

Vivo en Redes desde hace veinticinco años y jamás he visto semejante aluvión de gente, de coches y de barcos como este año. Las pequeñas playas están colapsadas, llenas de pelotas y bolsas-nevera, y los coches en caminos públicos y zonas prohibidas son el pan de cada día. Es prácticamente imposible hacer vida normal, aparcar y, en casos, circular por el entorno. La distancia de seguridad se ha vuelto negativa.

El verano es para disfrutar, vale, pero no para todos. Cuando un vecino viene de trabajar en su tienda de muebles, en el hospital o en una empresa sabe que no va a encontrar dónde dejar su coche, y se pregunta si la puerta de su casa estará libre o si su finca estará invadida por caravanas o motos. Es verdad que aún no invaden las casas, pero no descarto encontrarme en mi habitación un tipo de Getafe, eso sí, con mascarilla.

Desconozco qué es lo que está ocurriendo. Muchas áreas de Galicia están colapsadas, ya ha habido cortes en autovías y playas que se han cerrado. Probablemente el comportamiento frente al coronavirus nos haga aparecer como un lugar seguro y eso haya incrementado la presión turística, pero eso puede cambiar; espero equivocarme, pero de seguir así las consecuencias las veremos en pocas semanas.

Ayer le preguntaban a un epidemiólogo de la Universidad de Harvard si creía que nos encontrábamos ante la segunda oleada de la pandemia. Con claridad respondió que no, explicando que ese término se refería a aquellas situaciones en que tratando de luchar contra una enfermedad aparecían nuevos casos sin control, pero no a supuestos como este en el que estábamos ayudando «conscientemente» a difundir el virus. Resumiendo, una oleada de estupidez.

Termino. Les confieso que esta especie de invasión me molestaría con o sin el coronavirus, pero este año es especialmente grave. Disfruten del verano y contribuyan a que la economía de los pueblos recupere parte de lo perdido, pero recuerden que entre el pánico y la inconsciencia existe un término medio. Tal vez me haya pasado con el gel hidroalcohólico pero yo lo veo así.