Ejército y coronavirus

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

11 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Comiendo con un prestigioso coronel curtido en numerosas misiones internacionales reparé en cuánto cambió el Ejército desde aquel 1988 en que me tocó incorporarme a filas para servir de camarero y chico de recados de cuanto chusqueiro me tuviera a sus órdenes. Un solo tiro disparamos los de mi reemplazo, lo que demuestra que si la patria nos hubiese necesitado bien no le habría ido. La principal preocupación de todos aquellos militares de reenganche era cómo hacer la vida imposible a los que sabíamos las cuatro reglas, mientras ellos se daban la vida padre al tiempo que aireaban a los cuatro vientos su presunta virilidad. Y no hablo solo de suboficiales que comenzaron desde cabo tomatero. También una parte de la oficialidad cojeaba del mismo pie. Mi teniente, de tan bruto que era, merecería como único destino el de acemilero o cuidador de mulas, y sin embargo tenía bajo su despótico mando a muchas decenas de amargados muchachos. Pero eso ya es pasado y hoy me siento orgulloso de nuestras operativas y bien dirigidas Fuerzas Armadas que tanto han ayudado a la ciudadanía en estos tiempos de pandemia. Su labor ha resultado fundamental para que empezásemos a ver la luz. En una institución en la cual la disciplina es crucial, los que mandan tienen que tener formación. Y hoy, a diferencia de hace unas décadas, nuestros ejércitos tienen un altísimo nivel de cualificación que demuestran allí donde acuden. Quizá nuestros militares hayan sido los grandes olvidados a la hora de recibir los aplausos de agradecimiento en la lucha contra el covid-19.