Sánchez, al final de la escapada

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Kiko Huesca | Efe

21 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El debate de ayer demuestra que Pedro Sánchez empieza a parecerse a uno de esos malabaristas chinos que sostienen en movimiento simultáneamente un número inverosímil de platillos que hacen girar con las manos, con los pies y con la cabeza, mientras se mantienen en una posición inestable que amenaza con que el número acabe en desastre. Sánchez pretende gobernar y hacer frente a la pandemia con solo 120 diputados, cediendo para ello ante Unidas Podemos para aplicar recetas económicas bolivarianas que demonizan y sablean a la empresa privada. Pero, a la vez, trata de convencer a la Unión Europea, con cifras equívocas, de que cuando amaine la pandemia aplicará las políticas necesarias para impedir un caos económico que conduzca al rescate puro y duro. Y quiere sostener ese equilibrio imposible mientras, al tiempo, negocia con los independentistas de ERC su chantajista vinculación del estado de alarma a la apertura de un diálogo entre Gobierno y Generalitat para hablar de cómo y cuándo llegará la independencia de Cataluña.

Pero, en un más difícil todavía, mientras se apoya en el populismo comunista y pastelea con el secesionismo de izquierda, Sánchez pacta una mayoría alternativa con un partido antinacionalista y liberal en lo económico como Ciudadanos, para tenerlo en la recámara cada vez que los separatistas le abandonan y le dejan en la estacada, como sucedió ayer con la prórroga del estado de alarma.

Todo ello es un despropósito que supera con mucho la gravísima situación que atraviesa España por la pandemia del coronavirus, y que demuestra que Sánchez trata de esconder su debilidad parlamentaria con un número circense distinto cada semana. El problema es que en este caso los platillos no son solo la salida de esta crisis sanitaria, sino también el futuro de nuestra economía y la unidad de España. Pocas veces como ahora se ha comprobado que Sánchez no tiene más plan ni más programa que mantenerse en el Gobierno. Y para ello, lo mismo da apoyarse en la izquierda radical que en el liberalismo veleta de Ciudadanos o en la insolidaridad permanente de los secesionistas. Está cada vez más solo. Pero todo vale, excepto tratar de alcanzar en plena pandemia acuerdos con el PP, el único partido que le garantiza por sí solo la mayoría absoluta y una mínima estabilidad que le evite seguir haciendo estiramientos propios de un maestro de yoga para que los platillos continúen girando.

La desescalada, ese término inventado por el Gobierno para justificar la morosa restitución de derechos y libertades que van mucho más allá de las necesidades estrictamente sanitarias, es en realidad un proceso que a Sánchez le gustaría alargar al máximo, porque no es un viaje a esa tramposa «nueva normalidad» de la que nos habla, sino una huida que solo conduce al final de la escapada. Sánchez es como aquel Jean-Paul Belmondo de la película de Godard, que sigue su loca huida a pesar de que las cosas se le complican cada vez más, hasta que al final, cansado, renuncia ya a seguir escapando.