Los contrapactos de la Moncloa
Mucho me temo -como Heráclito- que, si no se puede entrar dos veces en el mismo río, porque «todo fluye y se transforma», tampoco se pueden reeditar los Pactos de la Moncloa. El presidente Suárez, que asumió todos los riesgos de una transición consensuada y profunda, devino -así lo diría Hegel- en el predicador Sánchez. El maestro Fuentes Quintana, que, en los ocho meses que ocupó el Ministerio de Economía, hizo los diagnósticos, redactó los documentos de los Pactos de la Moncloa, y puso la economía y la hacienda en el camino de la modernidad europea, devino en la pareja Calviño, que no tiene vela en este entierro, y Montero, que consume un cirio pascual en cada rueda de prensa. Y los binomios Pujol-Roca, y Garaikoetxea-Arzalluz, que supieron ir, a la vez, a lo suyo y a lo nuestro, devinieron en Torra-Rufián y Urkullu-Esteban.