El coronavirus nos atropelló. Toca «autolimitarnos». Y ser sensatos. Cómo escribió la viróloga Margarita del Val en un texto que debería ser viral y de obligada lectura, «la responsabilidad no es solo sentir pánico, sino pensar en los demás, que suelen ser siempre los más cercanos».
Es una buena filosofía de base para sobrellevar mejor una cuarentena que nos dejará sin muchas cosas durante un tiempo indeterminado: hay que olvidarse del fútbol, del cine, de los conciertos, del teatro, de las bibliotecas públicas, de las piscinas de bolas y, tal vez en un futuro cercano, de los bares. Por suerte, nos quedan los libros. Y las pantallas. Van a ser fundamentales. Para trabajar y para disfrutar.
El coronavirus es una amenaza sanitaria, ha provocado un terremoto económico y ha causado un gran impacto social. Pero también supone un desafío tecnológico y una oportunidad para las telecos de hacerse imprescindibles. Ante el reto del teletrabajo, el incipiente uso de la teleasistencia y la telemedicina (con muchísimo futuro) y la indisponibilidad de muchas wifis corporativas, operadoras como Movistar, Vodafone o Pepephone ya han tomado medidas para ofrecer más datos a sus clientes, tanto empresariales como domésticos.
Gigas gratis, datos ilimitados a pymes y autónomos, acceso gratis a contenidos infantiles, refuerzo de plataformas online educativas y de formación... El streaming y la nube cotizarán al alza en el gran mercado mundial de la atención. Habrá que revisar sus números cuando pase la crisis. Y también en unos meses los del INE por si, como dice el chiste, hay un nuevo Baby Bum en España. El coronavirus no es un apagón. Pero se le parece.