Nadie detrás de la máscara

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

11 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal vez todos los tiempos hayan sido difíciles. Unos más trágicos que otros, pues las penurias van por parroquias. Cada uno valora las heridas en función de su dolor. Lo complicado es ponerse en la piel de los que en otras edades afrontaron el reto de abrir los ojos a la luz del sol cada mañana y batirse en duelo con la realidad. Es, en general, la mirada interior la que de verdad pronuncia ese veredicto inapelable que pesa como una losa. Así que todos llevamos a la espalda el saco de nuestras miserias. Mientras, afuera, todo parece espectáculo y cada quien sale cada amanecer a representar el papel que le ha tocado, ese guión que cambia a medida que el corazón va dando latidos y los demás te van dejando espacio para circular. De todos modos, me temo que, como dijo el poeta, la vida sea la farsa que todos debemos representar. La realidad se va moldeando y las venturas y las miserias se sortean sin bombo ni niños cantores. Llegan sin más, como la lluvia traicionera, y nos hemos amaestrado para salir indemnes del día a día. La supervivencia también se representa, como en un teatro infinito. Lo que pasa es que a más de uno se le ha ido la mano. Sobre todo en las tribunas parlamentarias, donde los excesos se vuelven norma, y la normalidad, excepción. Las etiquetas se reparten como un entrenador distribuye los dorsales a sus jugadores y lo importante ya no es hacer disfrutar a la grada. Solo vale el resultado. Lo único trascendental es ganar elecciones, el fin último, sin que otro más profundo pueda distraernos. No buscan el aplauso. Solo persiguen el voto. Y lo que es peor: «A miúdo non hai ninguén detrás da máscara», como acabo de leer en un verso de Mari Carmen Caramés.