Es un instante, pero el mundo se para. La mente decide suspenderse a sí misma, incapaz de procesar lo que sale en la pantalla. Dos mujeres han decidido comprar magdalenas, montarse en el coche y desde la ventanilla lanzárselas a la gente que no tiene nada que llevarse a la boca. Prácticamente se las estampan en la cara. Y encima lo graban. Como en la cabalgata de Reyes, dicen, y entonces la mente, incapaz, prefiere dejar de procesar el bochorno y directamente se apaga.
La soberbia se le cae de cada una de sus palabras. Para ellas los que lo pasan mal en la calle ni siquiera son humanos. Solo son un medio para obtener visitas en otro canal de YouTube que aspira a serlo todo, pero que en realidad no aporta nada. Dicen que lo fácil es llevar los alimentos a las organizaciones que trabajan con las personas en exclusión social. Encima se hacen las heroínas. Resulta que el núcleo mismo de la solidaridad está en una pieza de bollería industrial. En el aceite de palma. Cuando la cabeza vuelve en sí al bochorno lo sustituye la ira. Últimamente da la sensación de que entre el mundo influencer la ignorancia campa a sus anchas. Dos mujeres que se ríen de las personas pobres y las aprovechan para ganar visitas, porque de eso se trata. Pero esta vez el mundo les ha gritado que a dónde van con semejante empanada. Y han borrado el vídeo. Por una vez les ha salido el tiro por la culata.