La España que pudo ser y no fue

OPINIÓN

JuanJo Martín

31 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El acuerdo entre el PSOE y ERC para investir a Pedro Sánchez tras inmensas presiones a la Abogacía del Estado confirma la peor de las hipótesis. Es decir, la de que España seguirá inmersa en el caos político en el que lleva instalada desde el 2015. Un Gobierno constituido gracias a los votos de los independentistas de ERC, cuyo líder está condenado por sedición contra el Estado y malversación de fondos; a los de EH Bildu, heredera del brazo político ETA que no condena los crímenes de la banda, y a los del PNV, que quiere aprobar un Estatuto que diferencia entre «ciudadanos» de segunda, que tendrán el DNI español, y «nacionalizados», que serán los únicos vascos auténticos, no puede deparar nada bueno para España.

Pero si convertirse en presidente gracias a esos excéntricos apoyos es ya de por sí una garantía de que primará la necesidad de contentar a esos socios por encima del interés general de todos los españoles, gobernar esa nave estando en permanente minoría en el Parlamento es navegar en rumbo directo hacia la tormenta. Aprobar por ejemplo unos Presupuestos que deben contentar a las posiciones económicas radicalmente izquierdistas de Unidas Podemos, que van en sentido totalmente contrario a los compromisos adquiridos con la Unión Europea; al PNV, representante de la oligarquía económica y empresarial nacionalista vasca, y satisfacer al tiempo las exigencias económicas de un independentismo catalán tan insaciable como insolidario, se antoja un sudoku que, en el improbable caso de llegar a resolverse, no será desde luego la hoja de ruta necesaria para capear el temporal económico global que se avecina.

Habrá quien diga que la culpa de que España vaya a seguir en la inestabilidad y el desorden es de los ciudadanos, por su empeño en votar cuatro veces en cuatro años sin forjar una mayoría estable que no dependa de los secesionistas. Pero no es cierto. Este negro período político, cuyo final ni siquiera se intuye por ahora, podría haber sido sin embargo uno de los más prósperos para España en términos económicos y políticos. El 20 de diciembre del 2015, el PP ganó las elecciones con un exiguo resultado de 123 escaños, por delante del PSOE, con 90 diputados. Lo que Rajoy ofreció de inmediato a Pedro Sánchez fue formar un Gobierno de coalición en el que el líder socialista sería vicepresidente. Si se hubiera formado esa alianza lógica, que hubiera contado con una mayoría de 213 escaños, a la que podría haberse sumado Ciudadanos, alcanzando así los 253 diputados, nuestra historia reciente habría sido muy distinta. En lugar de haber acabado cuatro años después con un Gobierno en manos de quienes quieren romper España, podrían haberse aprobado por amplísimo consenso las reformas económicas, políticas y hasta constitucionales necesarias para garantizar la prosperidad y enfrentar con fortaleza el desafío secesionista. Es la España que pudo ser y no fue. En lugar de ello, Sánchez escogió la vía de ser presidente fomentando primero el caos y cediendo luego ante el independentismo. Y ese caos es el que ahora le toca gobernar.