Anarquistas y magnicidios

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

04 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En noviembre de 1912, mientras estaba mirando el escaparate de la librería San Martín, en la puerta del Sol de Madrid, fue asesinado el entonces presidente del Gobierno José Canalejas. El autor era un anarquista aragonés con apellido gallego, Manuel Pardiñas. Ya seis años antes, muy cerca de allí, en la Calle Mayor, otro anarquista, Mateo Morral, le había arrojado desde un balcón de casa Ciriaco una bomba al joven rey Alfonso XIII el día de su boda con la inglesa Victoria Eugenia, que mostró gran valor asistiendo a los heridos. Fallecieron veinticinco personas, pero los reyes no. Los que también murieron en ambas acciones fueron los terroristas, el uno a las pocas horas y el otro en su atentado. Morral era amigo de Julio Camba y de los hermanos Baroja -el pintor y Miquiño-, y Pardiñas, en su huida, fue descubierto por sus buenos modales. Eran dos anarquistas con educación.

Desde la muerte de Canalejas los presidentes del Gobierno de España -si exceptuamos a Manuel Azaña- han procurado no acercarse a las librerías, no vaya a ser. Los reyes, sin embargo, más valientes, apenas mostraron remilgos a seguir frecuentando los restaurantes.

Esta semana recibí una carta de un librero de la Cuesta de Moyano que nos felicitaba por la publicación de El complot Canalejas, último premio de novela Ciudad de Salamanca, y se quejaba amargamente de los magnicidios -Cánovas del Castillo, Eduardo Dato, el propio Canalejas...-. Visto lo visto, no sé por qué a algunos les sigue haciendo tanta ilusión el puesto.