Torra, el encubridor

OPINIÓN

JON NAZCA | REUTERS

30 oct 2019 . Actualizado a las 20:14 h.

Quim Torra es muy transparente. «Soy un activista que vengo a impulsar la independencia», anunció nada más ser ungido por el dedo del huido Puigdemont como presidente (en funciones, bajo el mando de Waterloo) de la Generalitat. Desde que tomó posesión, es un decir, del despacho principal de la plaza de Sant Jaume, no ha hecho más que ofender a quienes sirven a la ley, el orden y la Constitución. Casi siempre de palabra, para no traspasar la línea roja de la norma, aunque alguna vez se le ha ido la mano y sobre él pende una más que posible condena por desobediencia a la vuelta de las elecciones del 10N que podría inhabilitarle para el cargo.

Quizá por esa más que inminente salida forzosa del despacho de presidente de la Generalitat, Torra ha protagonizado una escalada de disparates impropia del responsable de una comunidad con casi ocho millones de habitantes que genera o tiene poder de decisión sobre casi un quinto del PIB español. Así, hemos podido ver su alma de activista gritando «apreteu» a los autodenominados Comités de Defensa de la República (¿qué república?), cortando carreteras para bloquear a cientos de miles de paisanos en su deseo de hacer vida normal y amenazando con expatriar a los que no comulgan con el independentismo.

La última gran vergüenza del supuesto mandatario denota sus simpatías hacia las ideas más totalitarias que ha ido mostrando desde su más tierna juventud en Blanes, su pueblo. Presionado por los antisistema de la CUP y por el miedo de Puigdemont a perder los privilegios que le otorga su sucesor en su cómodo retiro de Waterloo (mientras la Justicia belga lo siga consintiendo), Quim ha roto todos los moldes del sentido común y ha decidido castigar no a quienes desafían la ley, sino a quien se parte la cara y la cabeza (literalmente) por hacerla cumplir.

El problema de la república imaginaria de Torra no son los muchos millones de euros de destrozos causados por una caterva de oportunistas disfrazados ahora de independentistas. No son tampoco los miles de alumnos que quieren estudiar para labrarse un futuro y ayudar a construir un país y que no pueden hacerlo porque sus rectores prefieren salvar su puesto y su sueldo y cierran los campus para dar satisfacción a un puñado de ultras. El verdadero problema de Quim son los Mossos que han cumplido con su deber de defender los derechos de quienes simplemente quieren vivir en paz y respetar la ley para no pasar por el calvario de los que, como el mayor Trapero (¿se acuerda de él?), pagarán con sus carreras, su honor e incluso su libertad el haberse plegado a los sueños totalitarios de un gamberro que ha ocupado la más alta representación de Cataluña. Ahora le ha tocado a 15 honrados Mossos Pero la persecución se extenderá a todo el cuerpo. Recuerde la frase atribuida a Bertolt Brecht: «Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Luego se llevaron...». Quizá el Gobierno pueda hacer algo más que mirar para otro lado y proteger a quien lo protege en vez de plegarse ante los caprichos de Torra, el encubridor de los violentos.