¿Qué hacemos en el Valle?

OPINIÓN

Javier Barbancho | reuters

24 oct 2019 . Actualizado a las 09:55 h.

Me preguntaba un periodista estos días si me emocionaba la exhumación de Franco. Yo le dije: «Me parece simplemente el fin de una anomalía frente a la historia, y, por su puesto, el fin de un borrón de España ante el mundo. Nadie lo entiende. Pero mis emociones vendrán cuando transformemos el Valle en un lugar de memoria reconciliada, en un memorial para las víctimas, como símbolo del gran acuerdo de la Transición». La exhumación es solo una condición necesaria para la resignificación de ese lugar que Franco ideó para honrar a sus «caídos» y que se acabó convirtiendo en un mausoleo del dictador concebido bajo el canon del nacional-catolicismo. 

¿Es ingenua esa pretensión? Me sorprende que haya ilustres historiadores que proponen cerrar el lugar, o peor, dejarlo morir bajo la maleza. Olvidan que en las criptas de la basílica, lo que llamamos columbarios, yacen los restos de 33.847 personas víctimas de la guerra y de la posterior represión franquista. Esta última, especialmente localizada en los fusilamientos producidos en las paredes de los cementerios de muchas ciudades españolas, posteriormente enterradas en fosas comunes y trasladadas a las criptas del Valle cuando Franco comprobó que el edificio construido no se llenaba con los 11.000 cuerpos enterrados del bando nacional.

De manera que no hay más posibilidades de acción sobre el Valle que su transformación en un lugar de memoria para todos. También aquí me apresuro a desautorizar las pretensiones de quienes quieren que el Valle se convierta ahora en lo contrario, en el memorial de las víctimas del franquismo. ¿Qué haríamos entonces con los 11.000 enterrados del bando nacional? La única opción sobre el Valle, por tanto, es transformarlo, y, para ello, los expertos que el presidente Zapatero convocó en el 2010 para elaborar un informe sobre el futuro del Valle nos propusieron tres grandes actuaciones después de la exhumación de Franco, cuya presencia junto a las víctimas resultaba incompatible:

Primera.- Lo primero es dignificar los columbarios y las criptas en las que están enterradas todas las víctimas. Esto significa, en primer término, entregar a los familiares que lo soliciten los restos de sus seres queridos cuando ello sea posible (debe saberse que en algunos columbarios yacen restos humanos mezclados con madera y tierra porque su enterramiento original y su traslado se produjo en condiciones que hace imposible esa identificación). En segundo lugar significa dignificar esas criptas, acondicionarlas y hacer factible su visita colocando placas identificativas de las personas que están allí enterradas.

Segunda.- Hay que construir un gran y hermoso monumento a las víctimas. Algo parecido a lo que han hecho los americanos en Washington con las víctimas de la guerra del Vietnam. Alrededor de la obra artística o en ella misma constarán los nombres de los 33.847 allí enterrados, junto a un espacio laico de meditación (pebetero, flores, recogida de firmas, etcétera) que permita la expresión de la solidaridad y respeto por parte de los visitantes.

Tercera.- En la hospedería y en los edificios anejos deberíamos ubicar un gran centro de interpretación en el que se explique la construcción del Valle (realizada por represaliados del franquismo bajo el régimen de redención de penas) y diferentes exposiciones sobre la Guerra Civil, el arte del exilio, etcétera.

Con todas estas transformaciones el Valle debería llamarse Memorial de las Víctimas y aspirar a que lo visitáramos todos. Los unos y los otros. En expresión de una memoria reconciliada que mira al pasado con verdad, con afán de no repetición, sin odios ni venganzas. La memoria no rencorosa no abre, sino cierra, las heridas de la Historia. La recuperación consensuada de nuestra memoria histórica es una terapia imprescindible de nuestro pueblo para reforzar los fundamentos de nuestra convivencia.

Nuestra memoria histórica tiene esta deuda pendiente con todas las víctimas de nuestra tragedia. No hay un lugar mejor en España para expresar nuestra convivencia sin que esos recuerdos nos dividan. El Valle puede ser el corazón de nuestra memoria reconciliada en correspondencia con el abrazo y el perdón que nos dimos todos los españoles en la Transición y en la Constitución.