Las cinco hazañas de Pedro el Grande

OPINIÓN

Eduardo Parra - Europa Press

19 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera hazaña de Pedro Sánchez, principio y causa de todas las demás, fue llevar al PSOE a la cota electoral más baja de su historia (90 diputados a finales de 2015, y 85 en el 2016). Porque, lejos de suponer un fracaso estratégico sin precedentes, como pensaron los analistas más desprevenidos, era la culminación de un plan destinado a descarrilar al socialismo español de su viejas vías -por las que aún circulaba con máquinas de vapor-, para construir un proyecto de poder personalista y galáctico que, haciendo mangas y capirotes de España y del histórico proyecto socialista, puso el Palacio de la Moncloa en el vértice obsesivo de todos los caminos. Con esta hazaña se hizo imprescindible para el populismo socialista, laminó la nomenclatura del viejo PSOE, y preparó al partido para hacer trompos y derrapes en el rali de montaña en el que se ha convertido la política española.

La segunda hazaña fue su célebre «no es no», que, además de frenar en seco a Rajoy, funcionó como un misil contra el sistema político de la transición. Porque esa fue la primera vez en que, utilizando a Rivera como tonto inútil --porque los tontos útiles son cosa de la vieja política-, aprovechó el bloqueo esencial con el que se habían resuelto las elecciones de 2015 para camelar al rey, ir a una investidura de apariencia suicida, y liquidar el hábito de dejar gobernar al ganador de las elecciones. Rajoy, que era un institucionalista, no pudo advertir que, cuando fue a las elecciones del 2016, y subió sus apoyos a 137 diputados, las victorias ya no cotizaban en el sistema, y que en su lugar se habían instalado las pillerías y caneos del entrenador Redondo. Así que, el día que Sánchez abandonó su escaño, para darle visos de coherencia al «no es no» y esperar a Rajoy en los barrancos de Sierra Morena, ya estaba perfilada la tercera hazaña.

Esta tercera hazaña fue la moción de censura, que, más allá de ser un encaje de bolillos que unió a todas las raleas en un proyecto ácido y destructivo, empoderó a los enemigos de la Constitución y de la unidad y la existencia de España, creó el monstruo de Frankenstein, y tuvo la habilidad y virtud de meter a todos sus amigos y competidores en un laberinto de incongruencias y trapalladas que dejaron al PP en la miseria, a los independentistas en la cárcel, a Podemos y Ciudadanos convertidos en espantajos, y al PSOE en la pista de lanzamiento hacia los viernes social-populistas y las elecciones del 28 de abril.

La cuarta hazaña fue reconvertir el magro resultado del 28A en un triunfo indiscutible, enfilar con la proa del acorazado monclovita a Podemos y Ciudadanos, bloquear con premeditación y alevosía los acuerdos de gobernabilidad, y organizar una revancha general que don Pedro jugará en casa y con los árbitros untados.

La quinta hazaña puede definirse de dos formas: morir de éxito, y dejar paso a Casado; o continuar navegando en un mar de miserias, ineficiencias, desnortes y ambiciones. Pero ese final no lo escribiré yo, sino los electores.