El multipartidismo bipolar

Erika Jaráiz Gulías
Erika Jaráiz Gulías FIRMA INVITADA

OPINIÓN

Fernando Alvarado

03 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En la segunda mitad del siglo XX tuvo lugar una intensa discusión en la ciencia política sobre los beneficios y problemas de los sistemas bipartidistas y los multipartidistas. La estabilidad de los sistemas bipartidistas competía con la defensa de la representatividad, ponderada por los que apostaban por los modelos multipartidistas.

 En España el «no me representan» dio origen al retorno del multipartidismo, que ha sido celebrado como una regeneración del sistema con dos contenidos: la incorporación de una nueva clase política y la incorporación de nuevos partidos con nuevos modelos organizativos. Nuevos líderes y nuevos partidos, pero también un nuevo escenario de construcción de la política que debiera ser más flexible que la que existía en el viejo modelo bipartidista.

Y sin embargo no está siendo así. Frente a la lógica de la continuidad/proximidad entre partidos se ha impuesto un modelo bipolar; un modelo de bloques que encapsula el multipartidismo y lo reduce a dos bloques, izquierda-derecha, solo que internamente fracturados.

Los modelos de polos surgen de la simplificación de la política, de ese reduccionismo que nos encasilla en constitucionalistas o separatistas, de izquierdas o de derechas, monárquicos o republicanos, y así, deja de lado lo más rico del multipartidismo, los matices, las continuidades, la proximidad entre diferentes.

En España nos hemos hecho multipartidistas ajenos a la lógica de la continuidad e imbuidos en la cultura de los polos. Y ello, porque nuestro multipartidismo nace de una sociedad que se va primero a los extremos, ante la falta de respuesta de la política bipartidista, y retorna luego al centro dejando a ciudadanos y organizaciones políticas anclados en ambos polos.

Si no somos capaces de romper esta lógica bipolar, el multipartidismo no tiene sentido, porque sigue impidiendo el encuentro de los polos y exacerba el conflicto dentro de cada polo. Es decir, si las coaliciones están limitadas al bloque de la derecha o al de la izquierda, era más fácil cuando se resolvían dentro de un partido que ahora.

La llave en España está en manos de Rivera. Solo con que exista la posibilidad PSOE-Cs se rompe la rigidez de los bloques, se rebaja la fuerza de los posibles socios y se abren los espacios de coalición; y precisamente por eso Rivera la ha negado desde el principio, para darle fuerza a Iglesias. Lo mismo ocurre en Cataluña, la lógica de los bloques está atenazando al sistema. El día que ERC y PSC compartan un gobierno, el problema catalán no se solucionará, pero tomará otra forma.

Estamos construyendo las peores condiciones para la formación de gobiernos. Una repetición de elecciones en 2016, una moción de censura en 2018, y otra posible repetición en 2019 no son un buen currículo para avalar al multipartidismo. Si queremos multipardismo no lo limitemos haciéndolo bipolar, flexibilicémoslo. Pero eso requiere una nueva cultura, también en los medios.