Tres días a cara de perro

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 jul 2019 . Actualizado a las 19:58 h.

No hay mal que cien años dure, ni tormenta que no amaine. Ese es el sabor que nos dejó el día de ayer, después de ver lo que hemos visto: que las tres derechas llegan a un acuerdo en Murcia y que Pablo Iglesias renuncia a entrar en el Gabinete de Sánchez para no ser la excusa del PSOE para hacer una coalición. Lo primero tiene una trascendencia regional, pero significa que cuando hay ganas de poder, hasta los muros más difíciles se derrumban. Lo segundo lo debemos considerar todavía una solución parcial del bloqueo que atenaza la política nacional, pero nunca estuvimos más cerca de la solución definitiva.

Sinceramente, nunca pensé que Pablo Iglesias hiciera esa renuncia, porque había sido su gran argumento ante Pedro Sánchez y ante la opinión pública. Entrar en el Gobierno, y quizá como vicepresidente, fue incluso su gran condición para dar el sí en la investidura. Si accedió al deseo del presidente y a la invitación formal de la ministra portavoz tuvo que ser por alguna de estas razones: porque tuvo un rapto de generosidad y grandeza, porque no le quedaba más remedio ante las concesiones socialistas, o por miedo a unas elecciones en las que su partido podría sufrir una nueva merma de votos y escaños. Renunciar ha sido lo más inteligente.

Ahora bien: que nadie se haga ilusiones sobre el éxito del paso dado. La clave para albergar todas las dudas está en la disyuntiva que a última hora de ayer planteó el Partido Socialista: «Sin vetos ni imposiciones podemos llegar a un acuerdo». Los vetos, al menos en teoría, serían del jefe del Gobierno, porque puede haber nombres que no le parezcan adecuados para la función encomendada. Las imposiciones están ya en las condiciones de que habla Pablo Iglesias: número de ministros podemitas proporcionales al número de votos y elección por él mismo de las personas que, naturalmente, serán más de su confianza que de la confianza socialista. Ahí puede ver el señor Sánchez ese fantasma de un gobierno dentro de otro gobierno, y eso es un gravísimo peligro para la estabilidad y coherencia del equipo.

Por eso este cronista mantiene serias dudas sobre el éxito de la nueva situación. Quedan por delante tres días para negociar a cara de perro y con la ansiedad de los últimos minutos. Y permítanme un par de anotaciones complementarias. La primera, que para este viaje no era preciso perder el tiempo que se perdió. Sánchez pudo poner sus condiciones hace dos meses y habríamos ganado mucho en tranquilidad. Y la segunda, para denunciar que así, a través de los medios de comunicación o de personas interpuestas, no se negocia. El chantaje o la amenaza han sido más trascendentes que las conversaciones racionales, que apenas han existido.