Eurovisión

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer I Balsebre MIRADAS DE TINTA

OPINIÓN

HANDOUT

04 jun 2019 . Actualizado a las 08:38 h.

Confieso que este año no pude tragarme todo el Festival de Eurovisión, ya saben, ese invento de posguerra alumbrado para unir a los países devastados por un siglo de humana sin razón.

No pude porque -una vez fallecidos Jose Luis Urribarri y el bueno de Jose María Íñigo- los comentarios de los jóvenes locutores que no conocieron su nacimiento no pasaban de ser los propios de uno más de la plétora de concursos busca talentos que llenan el panorama musical.

El otrora festival de canción mayoritariamente melódica y con mensaje, se ha convertido es una exhibición de puestas en escena tecnológicas a cada cual más exagerada que poco tienen que ver con la música y mucho con el momento globalista que vivimos. Un concurso ñoño, hiperactuado, de mensajes facilones y artistas queriendo escandalizar desde un aroma LGTBI que ya no escandaliza a nadie.

La guinda de la caspa protesta con efectos especiales, la puso la actuación de una Madonna que redunda un atrevimiento juvenil de hemeroteca de hace cuarenta años. Se sacó de la chistera una puesta en escena de misa negra entreverada de piratas del Caribe, cadenas y mazmorras y banderas palestinas. Patética. Lo único que no ha cambiado de Eurovisión son los lobbies políticos y tribales de siempre los países del Este, los escandinavos, los balcánicos... esos que tan bien conocían Íñigo y Uribarri. Volvimos a quedar en la cola porque nosotros somos un país «sin» vecinos, al contrario del resto que lo están «entre»; nosotros solo tenemos a los franceses que no nos pueden ni ver y a los portugueses que siempre ayudan pero no llega y algún que otro turista ruso que nos echa una moneda con sabor a paella en la gorrilla.