La batalla de Barcelona

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Marta Pérez

30 may 2019 . Actualizado a las 22:34 h.

Discúlpenme que hoy hable de Barcelona y de su ayuntamiento, pero es que no me parece un tema local. Allí se está jugando algo tan importante como que la primera ciudad de Cataluña caiga en manos del separatismo. Y eso ocurrirá si resulta elegido Ernest Maragall, el candidato de Esquerra Republicana. Barcelona era hasta ahora la capital de la resistencia, a pesar de las veleidades de Ada Colau. Si Maragall llega a la alcaldía, sépase cuál es su programa: «Conseguir la liberación de los presos políticos y hacer un referendo de autodeterminación de Cataluña». Como proyecto municipal, es todo un ejemplo de cuáles son sus preocupaciones: ni los servicios públicos, ni los impuestos, ni el transporte, ni la educación; sus prioridades son los presos y el referendo.

Impedir que Maragall llegue a la alcaldía para poner en marcha ese programa es una obligación de cualquier concejal no separatista, si es capaz de reunir los votos suficientes. Manuel Valls, el político de mejor currículo de la España actual, creyó encontrar la fórmula y la propuso en un gesto de generosidad partidista insólito en nuestras costumbres: poner sus seis concejales a disposición de Collboni (PSC) y Colau para evitar la caída de Barcelona en manos independentistas. Y lo hace sin pedir nada a cambio, sin negociar absolutamente nada, solo por principios y valores.

La oferta es irreprochable, aunque no sea aceptada por Colau, que no está por la labor de ser apoyada por alguien que no sea de izquierdas. Lo malo es que tampoco es aceptada por la dirección de Ciudadanos, porque ni cree en el constitucionalismo de Colau ni cree que sea una buena alcaldesa. Pero lo tiene que explicar mejor: no se puede ser militante contra el secesionismo, al mismo tiempo que se propicia el acceso de un secesionista a un gobierno municipal de tanta trascendencia. Optar por el socialista Collboni está muy bien, pero tiene un problema: no sirve de nada porque no suma lo suficiente para ganar.

Yo comprendo la necesidad de Albert Rivera de mantener la disciplina interna de su partido, aunque Valls no sea militante. Comprendo también que debe garantizar una línea de negociación coherente en toda España. Y comprendo que Valls no es cómodo para Rivera por su oposición a cualquier contacto con Vox. Pero Ciudadanos debe aplicar lo que él mismo recetó como norma inicial: estudiar caso por caso, ciudad por ciudad y autonomía por autonomía. Pues bien: Barcelona es un caso singular y lo que allí se juega es más importante que cualquier otra negociación. Déjenle a Valls autonomía para decidir. Su gesto puede resultar inútil si no lo acepta Colau. Pero es un gesto de nobleza, generosidad y algo que se debe apreciar: la dignidad.

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