Es su naturaleza

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

20 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En estás más de cuatro décadas de democracia, lo tradicional mandaba que, según los criterios de proporcionalidad, los parlamentos deciden los senadores que le corresponden a cada grupo. Y lo tradicional es que la Cámara ratificase el acuerdo de ese grupo. Y así se mantuvo incluso con Xavier Albiol y Sánchez-Camacho. Pero la tradición acaba de saltar por los aires con la decisión de los líderes de la revolución de los señoritos catalanes de vetar al socialista Miquel Iceta.

No es la primera tradición que se hace añicos. Cada día destrozamos alguna, pero con esta se fracturan otras muchas cosas. El diálogo, la serenidad, la voluntad de llegar a acuerdos, el buen parlamentarismo y, sobre todo, la confianza. La confianza de quienes en más ocasiones de las deseadas prefirieron mirar hacia otro lado para seguir manteniendo el diálogo. Y la confianza de quienes creían que los sublevados derechosos respetaban los compromisos.

Pero con los mismos que desvalijaron todas y cada una de las instituciones catalanas resulta imposible mantener una línea mínimamente coherente de relación y negociación. Por una razón fundamental de la que los socialistas, y más concretamente el presidente Sánchez, parecen no querer enterarse. De que lo único que les interesa de su revolución xenófoba -por cierto, apoyada curiosamente por muchos que se consideran progresistas- es embarrar el terreno de juego por aquello de que cuanto peor, mejor. Lo vienen demostrando desde el momento en que el fugitivo Puchi perdió la cordura y arrastró a quienes con sus votos nos calzaron la reforma laboral apoyando a Rajoy y descubrieron que Santa Teresa y Colón eran catalanes y que todos los demás somos unos cerdos.

Por eso no debe sorprendernos que no respeten las reglas mínimas de cortesía. Y de respeto. No les voy a narrar ahora la fábula del escorpión y la rana. Ni es necesario recordar que acaba cuando, clavando su aguijón sobre el lomo del batracio, le dice: «Es mi naturaleza».