Los derechos de Meghan Markle

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

Facundo Arrizabalaga

08 may 2019 . Actualizado a las 18:41 h.

Su decisión. Sus derechos. Su vida. Los que defienden el parto en casa gritan en nombre de la libertad y de lo natural. Y la fiebre va extendiéndose. Alguna famosa ha llegado a colgar en su cuenta de Instagram fotos de la hazaña. Hay una palabra que se usa en Asturias para definir al que está harto de abundancias, ya sea cuestión de comida, de coches, de casas o de ropa: refalfiau. Cuando la gente está refalfiada a veces se pasa al otro extremo. Antes, en los tiempos en los que tener comida en la mesa era complicado, las lorzas exuberantes estaban bien vistas. Pero a medida que la gente empezó a engordar de forma más democrática la delgadez empezó a volverse más exquisita. Ocurrió lo mismo con la piel. Cuando los pobres trabajaban mayoritariamente al sol, la tez clara era un signo de distinción. Pero la clase media fue ocupando fábricas y oficinas, y entonces los más pudientes convirtieron el bronceado perenne en su color. Ahora que en Europa lo normal es que las mujeres den a luz en el hospital, crece ese movimiento contrario que reclama la posibilidad de un alumbramiento «más natural», en la propia casa, para que ese momento tan especial no sea disruptivo. Así, porque yo lo valgo. Dicen que Meghan Markle quería parir en casa a su hijo. Que se lo planteó durante el embarazo, pero que al final acudió a una clínica. Menos mal. Hubiera lanzado un mensaje nefasto. Mira, como Meghan. Como si los riesgos fueran los mismos. ¿Alguien se cree que no tendrían preparado una especie de quirófano de campaña con médicos listos para intervenir? A ninguna otra, salvo a Kate Middleton, la escoltarán agentes de Scotland Yard hacia un hospital privado si la cosa se pone fea. En un parto hay dos personas. Las dos con sus derechos. Y sus vidas.