Paco nos ha dado una leche en toda la cara, nos ha dejado secos, sin turno de réplica y casi sin posibilidad de pataleta. Pero Paco es tremendamente inteligente para vernos a todos nosotros, a todo ese público que devora y es insaciable siempre, por eso nos ha dicho basta. No hay más. Y nos hemos quedado con el golpe brutal del no es no. Paco León y su mujer, Anna R. Costa, crearon y nos regalaron Arde Madrid como una serie histórica en estado de gracia, pero de pronto, cuando no nos los esperábamos, han dicho que no habrá segunda parte. Y nos han dejado con la miel en los labios y con la certeza de que esa genialidad, a la altura del mejor Berlanga que arrancaba la risa de las palabras, no era una ficción más, no al menos como estamos acostumbrados a manosearlas hasta que se nos quitan las ganas de verlas. Arde Madrid tenía continuidad porque la historia de esa maravillosa Ana Mari, en la piel de la grandiosa de Inma Cuesta, es incombustible, como lo es todo el inmenso pequeño mundo secundario que le da valor a la serie en blanco y negro. Un hito que dicen algunos ahora ya es un mito. Y no porque la protagonista sea Ava Gardner, sino por esa falta de continuación, por ese no hay más pudiendo haberlo, por ese sabor amargo del buen recuerdo y por ese final clásico que pone punto final. Paco arriesga en no arriesgar. Paco, Paco, Paco... Qué acierto.