¡Y la ventana de Podemos se cerró!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

23 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El rejonazo de Errejón marca un punto quizá de no retorno en el proceso de descomposición de Podemos, de donde ahora huye despavorido, como si lo hiciera de la lumbre, quien ayudó a su fundación en 2014, en amistosa comandita con un grupo de amiguetes de la Facultad de Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.

Tal descomposición, más evidente cada día, se ha debido, sin duda, al comportamiento de Pablo Iglesias, que en la peor tradición leninista ha hecho mangas y capirotes con su personalista y autoritario liderazgo. Y también, claro, a la dificultad objetiva de meter bajo unas siglas todo lo situado a la izquierda del PSOE: socialistas desencantados, antiguos comunistas prestos a demoler la herencia del PCE, nacionalistas de diferente pelaje y el universo de cabreados nacido al calor del 15-M.

Todo eso no es suficiente sin embargo para explicar la deriva de Podemos, cuyo proyecto nadie explicó mejor que el propio Iglesias. En una entrevista publicada en el verano de 2015 en la edición española de la revista New Left Review (que, ¡todo queda en casa!, edita el Instituto 25 M, un think tank de Podemos) Iglesias explicaba que su partido aspiraba a consolidarse aprovechando la ventana de oportunidad de la crisis económica, origen a su vez, según él, de una crisis del que denominaba el régimen de 1978, ante la que la izquierda tradicional (el PSOE) no habría sabido reaccionar: «Hoy vivimos una crisis orgánica consecuencia de una crisis económica que ha generado una crisis de régimen. Tal situación nos sitúa en un escenario de posibilidad de alteración del sistema político español inédito desde la Transición».

Como un virus oportunista (y de oportunismo Podemos sabe todo lo posible y lo siguiente) su estrategia fue aprovechar una crisis real (la económica) y otra imaginada (la del sistema constitucional) como trampolín para intentar consolidarse: «Si la mayor expresión social de la crisis orgánica fue el movimiento del 15-M, su mayor expresión política ha sido Podemos», afirmaba Iglesias, quien añadía con su acreditada humildad: «Alguien tenía que representar a las víctimas de la crisis». Por ello era tan importante no enseñar la patita izquierdista y fingir una táctica de moderación: «En este momento no tiene sentido centrarse en polémicas que nos alejarían de la mayoría, que no está a la izquierda. Y sin mayoría, no es posible tener acceso a la maquinaria administrativa que nos permitiría disputar estas batallas en otras condiciones».

Ese era el secreto: acceder al poder («la maquina administrativa») para consolidar desde allí el proyecto de Podemos. Pero, como en el cuento de la lechera, no hubo poder y, al no haberlo, no hubo otra cosa que peleas internas, desencuentros y al fin depuraciones. Porque, igual que al perro flaco todo son pulgas, al partido que cifra su existencia en un poder al que no llega, todo son conflictos.