Don Pedro Laín Entralgo salía en las revistas de postguerra y yo recuerdo una frase suya de entonces, cuando era doctor de la Universidad de Madrid, me parece:
-El problema de la Universidad es el problema de las clases medias españolas.
Entonces era como más cejijunto y turolano. Luego le vi por la vida cultural madrileña, y hasta le visité una vez en su casa, cuando usaba muletas, de resultas de una caída. Le he hecho algunas entrevistas, a lo largo del tiempo, y siempre que nos encontramos en algún sitio, me saluda cordial y ya me ha apeado el usted, cosa que le agradezco mucho. A medida que va teniendo el pelo más blanco, nuestra amistad nos va rejuveneciendo a ambos.
Le he visto dar algunas conferencias, charlas, presentaciones de libros, cosas, y es como un Marañón más escritor y que también gusta mucho a las señoras.
-¿Y qué edad cree usted que tiene ahora el doctor Laín?
-Lo siento, marquesa, pero no tengo su edad ni su teléfono.
Yo creo que se le enamoran las marquesas, sí.
También he tenido buena amistad con su hijo, que es médico asimismo, y que me ha atendido en ocasiones. Ahora me parece que está de investigador en los Estados Unidos. Buena carrera. Y por fin conocí a Milagros Laín, una señora simpática, menuda, sonriente, cordial, que me escribe de vez en cuando unas cartas terribles, llenas de juvenil rebeldía, y que me dan moral revolucionaria para una temporada, hasta su próxima carta. Ahora Pedro Laín Entralgo ha sacado su libro Descargo de conciencia, que va de 1930 a 1960 y que alguien ha calificado acertadamente como «antimemorias», pensando sin duda en Malraux. Antimemorias, sí, porque en las memorias suele uno dedicarse a la propia exaltación, y Laín Entralgo, en este libro, se dedica más bien a negarse.
Me parece haber contado que en una reciente cena política Tierno Galván le quitaba importancia a los arrepentimientos de Laín y le decía elegantemente que equivocarse no es más que no haber coincidido con la Historia.
Pero la Historia ha venido luego a coincidir con Pedro Laín Entralgo, que es uno de los pocos españoles en quienes podemos encontrar sosiego, libertad y liberalidad de pensamiento. Me decía la otra tarde Lázaro Carreter que una revista liberal es todo lo contrario de cajón de sastre y arrebatacapas. Bueno, pues en esa línea clara y difícil, hoy más admirada que requerida, se mantiene Laín Entralgo, y no falta quien ha dicho que su libro es incómodo e ingrato. Incómodo e ingrato, pienso yo, para quienes se sienten indirectamente aludidos por él.
Aludidos por el mero hecho de que ellos no han sido capaces de una confesión tan clara, tan alta, tan noble, tan larga, tan reiterada. El que se pone en paz consigo mismo, día a día es una molestia, un estorbo y un escándalo para quienes prefieren el orden público exterior a la paz personal interior. También he leído en una revista una carta dura contra Laín Entralgo, a propósito de esta «revival» a la inversa que él ha iniciado, a propósito de esta penitencia pública y nacional que se ha impuesto. Creo que con esa clase de cartas no vamos a ninguna parte. Si lo que quieren es fusilar a Laín Entralgo, que lo hagan. Yo creo que el futuro social o socialista de España necesita de todos y que si empezamos con el derroche de marginar mentes tan fecundas y conductas tan heroicas, nos vamos a quedar los cuatro locos y los cuatro fanáticos de siempre. Laín ha escrito un libro que le honra a él y nos alecciona a los demás. Yo diría que su mejor libro.
Y además, en el mejor y mas difícil momento.
Si empezamos con el derroche de marginar mentes tan fecundas y conductas tan heroicas, nos vamos a quedar los cuatro locos y los cuatro fanáticos de siempre.
*Artículo publicado el 19 de junio de 1976