Combatamos el mal con rigor

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto Sánchez Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

27 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos en un estado de conmoción general. De depresión y abatimiento. Los jóvenes, los menos jóvenes, los mayores, los más mayores, los muy mayores y los ancianos tienen como tema único de conversación en los últimos días el horroroso asesinato de la joven Laura Luelmo en la localidad onubense de El Campillo, a manos de un descerebrado que ya sabía lo que es asesinar a sangre fría. Y todos, inmersos en el horror, debatimos sobre la conveniencia de hacer frente a este tipo de situaciones en el futuro con penas más o menos duras que puedan tener un efecto disuasorio.

La opinión pública opina y discute al margen de los partidos políticos. Sabia decisión. Porque después del patético espectáculo sin vergüenza alguna dado por sus señorías a propósito del asunto, debería de legislarse que nuestros mandamases se abstengan de opinar de este tipo de asuntos. Son incapaces de no politizar el dolor de la tragedia. Y eso los califica tanto como los desautoriza.

Pero en este clima de conmoción generalizada lo importante es no tomar decisiones en función de lo que ha acontecido, porque el impacto nos va a impedir decidir con ecuanimidad. Tenemos que tratar de evitar lo que pueda ocurrir. Desgraciadamente nada podemos hacer por Laura Luelmo, Diana Quer, Marta del Castillo y tantas otras que han caído a manos de desalmados como Bernardo Montoya. Es más. Sabemos que el mal existe, que sacude a todos los países del planeta y que antes o después, lamentablemente, volverá a atacarnos. Aceptémoslo. Y hagámosle frente.

Resulta difícil de comprender que a estas alturas de la vida estemos debatiendo cómo proteger a las mujeres. En un país del primer mundo y de los más avanzados. Pero esta es la realidad. La tarea que tenemos por delante no es el castigo de los asesinos, que para eso ya está la Justicia, sino garantizar que las mujeres salgan a la calle con la misma libertad y tranquilidad como lo hacemos los hombres. Sin estar obligadas a mirar de reojo. Sin miedo. Sin pánico a poder acabar en un barranco.