El PSOE en su infernal laberinto

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Moncloa

19 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El burlador burlado: tragicómico el papel que le ha tocado jugar a Pedro Sánchez por haber tratado de engañar a todos con una moción de censura de la que podrían salir finalmente trasquilados el presidente y el PSOE.

La operación censura era sobre el papel una jugada maestra, aunque tramposa. Aprovechando la habilidosa manipulación del contenido de una sentencia sobre un caso de corrupción en el PP, a la sazón hundido en ella, Sánchez se confabuló para engatusar a España entera: defendió una moción de censura que, según proclamó en la tribuna del Congreso, sería el paso previo a la disolución inmediata de las Cortes. La cosa, claro, era una añagaza para atraer a la opinión pública, que en su inmensa mayoría quería ir a las urnas y que al fin se quedó compuesta y sin comicios. Pues el objetivo de Sánchez no era otro que ser presidente, resolver su vida para siempre, gozar de las mieles del poder y aprovechar los dos años que estaría en la Moncloa para intentar asegurarse seguir allí cuando la legislatura terminase.

El plan era perfecto, salvo por un pequeño inconveniente: que se basaba en un delirio. Pues Sánchez pensó que podría gobernar con el apoyo de los enemigos de España y de su Constitución -los independentistas insurrectos hechos fuertes en las instituciones de la Generalitat- sin tener que dar nada a cambio a los rebeldes. Gravísimo error, como Sánchez ha podido comprobar en toda su crudeza en el medio año que lleva gobernando. Ya se sabe: la avaricia rompe el saco y deja al saqueador con dos palmos de narices.

Eso es lo que le ha pasado al PSOE en Andalucía, tras ¡36 años de gobierno! Y eso lo que se deriva de todas las encuestas publicadas este fin de semana en diferentes medios de comunicación: que los socialistas se han metido en un laberinto infernal sin salida a corto plazo. ¿Qué apuntan, más allá de sus diferencias, los sondeos? Dos tendencias esenciales: que los partidos de la derecha sumarían más votos que las fuerzas de la izquierda, lo que podría incluso darles la mayoría absoluta; y que la corta subida del PSOE no logra compensar el creciente hundimiento de Podemos y sus confluencias.

La conclusión para el PSOE es devastadora. Y ello porque aun en el mejor de los casos -que los de Sánchez consigan ser primera fuerza y los partidos de la derecha no puedan impedir un gobierno con presidente socialista- este necesitaría para gobernar no solo el apoyo del podemismo, sino también el del secesionismo echado al monte, lo que convertiría al PSOE en un permanente rehén de los rebeldes. La incapacidad para separarse de esas amistades mucho más que peligrosas, cuyo coste ha sido inmenso para el socialismo español desde el giro zapaterista, podría acabar convirtiéndose en la tumba de un partido que ha perdido, por desgracia para todos, la que fue, entre 1977 y 2000, una de sus señas de identidad fundamentales.