Huawei

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

13 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Si yo fuera Mark Zuckerberg me guardaría mucho de viajar a China en estos momentos, como ya han hecho varios ejecutivos de tecnológicas de Silicon Valley, entre ellas el gigante de las redes Cisco. De lo contrario, se expone a ser detenido, enviado a un correccional y puesto en libertad vigilada con una pulsera en el tobillo, como le ha ocurrido a la vicepresidenta de Huawei, Meng Wanzhou, en Canadá.

No deja de ser irónico que Estados Unidos acuse a la compañía china de utilizar sus terminales para espiar para el Gobierno de Pekín (lo de saltarse las sanciones contra Irán no es más que una excusa) cuando tiene en su casa a la mayor multinacional de intromisión en los datos privados y difusión de noticias falsas del planeta. O cuando otras empresas punteras norteamericanas (Apple, Amazon, Google) están metiendo en millones de hogares altavoces inteligentes que escuchan permanentemente todo lo que decimos y hacemos. ¿Quién espía a quién?

Washington no está llevando bien su pérdida de influencia en la economía global del siglo XXI. Y que una firma nacida a finales de los años 80 en una urbe entonces marginal como Shenzhen haya adelantado como segundo fabricante mundial de smartphones al tótem de la manzana escuece, y mucho. Y encima lo ha conseguido sin poder comercializar sus dispositivos en EE. UU. (las operadoras, que son el canal tradicional para comprar un teléfono allí, se han negado por las presiones de la Administración) y otros países satélites como Australia, Japón o Nueva Zelanda.

Pero Huawei no solo son móviles, fabrica equipos de telecomunicaciones para medio mundo, está en la vanguardia del despliegue de las nuevas redes 5G, tiene 178.000 empleados y un campus de I+D al lado del cual los laboratorios y las oficinas de diseño de Cupertino son un galpón en el extrarradio. Que su fundador fuera un ex oficial del Ejército chino y miembro del Partido Comunista no debe levantar suspicacias: también Internet nació como un proyecto militar de Estados Unidos en la Guerra Fría y hasta aquí hemos llegado.