Otra vez las encuestas

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

05 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni una sola de las encuestas electorales detectó el movimiento sísmico que se ha producido en Andalucía, ocasionando el descalabro de Susana Díaz y los suyos y la irrupción en escena de los ultraderechistas de Vox. Ni un solo sondeo le negaba a los socialistas la posibilidad de gobernar, eso sí, con ayuda, y mucho menos otorgaban a los de Santiago Abascal la docena de representantes que van a tener. Como mucho, le concedían un diputado.

Y es que una vez más los sondeos, ya no digamos el del CIS, han vuelto a errar estrepitosamente. Se pueden equivocar en cifras razonables, pero no en las que se han producido en Andalucía. Ya fallaron en lugares lejanos con Trump, en el brexit, en Alemania, en el proceso de paz colombiano y en otros destacados momentos. Y ahora lo han vuelto a hacer de forma escandalosa, esta vez en el sur de nuestro país. Pero, ¿por qué están fallando tanto los sondeos políticos de opinión? Porque se ha roto la cadena de confianza entre encuestador y encuestado. El sondeado no dice la verdad. Oculta su intención de voto o cree no tener que confesarla. Dejando al margen lo difícil que es ajustar los índices de indecisos, los movilizados de última hora y el tamaño de la muestra, lo que ha ocurrido en Andalucía puede tener esta justificación. Las encuestas no detectaron ni el voto cautivo, ni el voto vergonzante.

Es difícil confesar públicamente que le retiras el apoyo a quien lleva 36 años gobernándote y que te ha subvencionado gran parte de tu vida y la de los tuyos. Pero es más difícil reconocer que vas a apoyar a una formación que propaga rechazar a inmigrantes y gais, a la igualdad de género; a la sanidad y a la educación públicas; o que plantea la supresión de las autonomías o del espacio Schengen. Y que además se jacta de que cerrará las mezquitas. Es difícil reconocer que votas con la bilis. Alguien dijo que «uno es verdaderamente libre cuando deja de sentir vergüenza de sí mismo». Pero no es el caso.