¿Adónde va Sánchez?

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

19 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No es fácil de comprender y explicar hacia dónde quiere llevarnos el presidente Sánchez, a pesar de que todo parece querer dejárnoslo ver. Quizá haya que remontarse a algunas ocurrencias del singular José Luis Rodríguez Zapatero para empezar a entender algo. Porque Zapatero sí que se empecinó en inaugurar una novedosa alternativa, no ya frente a la derecha, sino frente al propio socialismo felipista. Como es sabido, la historia acabó mal: no consiguió deslegitimar a la derecha (que acabó heredándolo) ni logró atraer a los nacionalistas catalanes. Y, para colmo, nos adentró en una crisis económica imposible de afrontar solo con paliativos.

Ahora, con Sánchez al frente, cabe decir que algo -o mucho- huele a ese pasado protagonizado por Zapatero. El actual presidente del Gobierno, que empezó apuntando maneras afines al socialismo liberal europeo, se radicalizó pronto, incapaz de asumir la victoria de Rajoy en el 2016. A partir de ahí, la historia es bien conocida. Asistimos a una gran crisis del PSOE y a la reconquista de la dirección por parte de un Sánchez, antes humillado y ofendido, que pintó un nuevo norte en el mapa político. Un norte del que todavía lo ignoramos casi todo. Porque a estas alturas, y con él en la presidencia del Gobierno, aún no sabemos hacia dónde estamos yendo.

Se puede comprender fácilmente el actual apego al poder de Pedro Sánchez, y yo lo comprendo porque le costó mucho llegar y porque cree que se trata de un triunfo suyo, personal, tras el que ya no le debe nada a nadie y en el que tiene la sartén por el mango. ¿Cuál es su error? Creer que eso legitima todas sus actitudes, todas sus estrategias y todos sus pactos. Un día quizá descubrirá que esto no es así y que todo tiene un límite. Pero entretanto puede, como Zapatero, complicárnoslo todo y convertir la situación en un proceso (¿o procés?) luego difícil de revertir.

Porque Sánchez sabe bien lo que quieren aquellos que le han ayudado a llegar al poder, teniendo su partido solo 84 diputados. La estrategia de ganar tiempo como sea y no despegarse de la Moncloa no es suficiente para mantenerse en el poder. De algún modo, quizá se ha convertido en rehén de quienes lo han apoyado y, más tarde o más temprano, tendrá que rendir cuentas ante ellos. Entonces habrá llegado el momento de afirmarse en la verdadera historia del PSOE, ese partido al que tanto le debemos. Lo contrario sería empezar a desandar el camino.