Un enigma llamado Vox

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

EFE | PAOLO AGUILAR

25 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vox, antes de someterse a las urnas, ya condiciona los mensajes del PP y de Ciudadanos. Ya les fuerza a radicalizar su discurso, con la inestimable colaboración del bloque que sostiene a Sánchez

Durante el pleno del Congreso de los Diputados de ayer se pudo comprobar que la sombra de la moción de censura es alargada. Los oradores se mostraron prácticamente igual que en la sesión en que cesaron a Mariano Rajoy: los partidarios del relevo siguen apoyando a Pedro Sánchez y repudian a Pablo Casado, como si fuese el mismísimo Rajoy.

Por el momento, nada ha cambiado en lo ideológico. Y en medio de la refriega en que Casado se ganó, en cambio, el liderazgo de su grupo parlamentario, surgió un ganador insólito, cuyo nombre ha sido citado por gran parte de los oradores: el partido político Vox. Sin ningún tipo de duda, ha sido el gran beneficiado de la larga sesión.

Es curioso lo de este partido. Sin hacer ningún mérito especial, salvo quizá el acto que abarrotó Vistalegre y alguna declaración aislada que han hecho sus dirigentes durante las últimas semanas, está consiguiendo una notable presencia en el ámbito político.

Hoy, sin ninguna representación institucional, parece el equivalente español a Alternativa por Alemania o el Frente Nacional de Le Pen. ¿A qué se debe esa preeminencia? A los medios informativos no, porque le prestamos poca atención, salvo Jaime Miquel, que precisamente en La Voz de Galicia fue el primero en atribuirle un escaño en el próximo Congreso. A la relevancia de sus dirigentes, tampoco, porque hay personajes populares, como Ortega Lara, pero ninguno pertenece a la élite económica ni intelectual.

Parece increíble, pero su teórica relevancia se debe a sus adversarios. Quienes más hablaron de Vox han sido dirigentes políticos del Partido Popular, incapaces de contenerse ante los riesgos de que les arrebate votos por su derecha. Ellos han sido los primeros que hicieron volver las miradas hacia Vox. Y ayer, los portavoces que hablaron en el Congreso. Al reprocharle a Pablo Casado que parecía hablar en nombre de Vox, le estaban dando a esta fuerza política un valor enorme simbólico. La estaban metiendo en el debate parlamentario. Le estaban haciendo un inaudito regalo de publicidad.

La escena me recordó el origen de Podemos: antes de que Pablo Iglesias irrumpiese en el Congreso como tercera fuerza, los demás partidos habían asumido buena parte de su lenguaje. Y antes de que fuese tan influyente sobre el presidente del Gobierno, ya escribimos aquí que Podemos estaba gobernando de alguna forma, incluso con Rajoy en La Moncloa.

Vox, antes de someterse a las urnas, ya condiciona los mensajes del Partido Popular y de Ciudadanos. Ya les fuerza a radicalizar su discurso, con la inestimable colaboración del bloque que sostiene a Sánchez. Ya está llevando a Casado a reclamar el voto útil. Y lo peor, el diagnóstico de fondo: cuando un partido con sello extremista gana tanta presencia sin méritos para ello, puede estar ocurriendo que una parte de la sociedad lo empieza a necesitar.