Inconfundible

Emilio Sagi EXDIRECTOR DEL TEATRO REAL

OPINIÓN

07 oct 2018 . Actualizado a las 10:13 h.

Yo quería mucho a Montserrat Caballé. Trabajamos juntos en varias ocasiones y fue vital al principio de mi carrera. Debuté en el Liceo de Barcelona gracias a ella. Fue hace 31 años, con el Mefistofele de Boito, que habíamos montado previamente en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Fue mi primer trabajo con Monserrat. Al cantar Spunta l’aurora pallida se le hizo un nudo en la garganta. Se bordeó el desastre, pero salió del paso. No sé lo que pensaría el público, pero yo sé lo que sucedió. Fue el dolor. Esa ópera le traía muchos recuerdos. Cuando murió su madre, Montserrat estaba cantando esa obra y no pudo estar a su lado. Los grandes artistas están siempre lejos de sus seres queridos. Y pase lo que pase, deben salir a escena y cantar. Es duro. Pero Montserrat amaba su trabajo. Ha cantado hasta que la salud se lo ha permitido. Hace tres años, en un concierto, los aficionados la despidieron con cariño. La abracé cuando se marchaba al camerino, del brazo de su hija. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Llevaba un ramo de flores muy apretado contra el pecho. Nunca olvidaré esa escena. Como sucede con todos los grandes, la reconocías con los ojos cerrados. Inconfundible. Personalísima. Hay que buscar en YouTube su interpretación de Io son l’umile ancella, del primer acto de Adriana Lecouvreur. No parece de este mundo. Esos pianissimi que solo ella podía mantener hasta el infinito… Nunca se sentía satisfecha. Siempre iba más y más lejos. Nunca dejó de luchar. Por la ópera y por la vida. Para ella, no había diferencia. Eran la misma pasión.

Emilio Sagi, exdirector del Teatro Real