El dilema de Torra

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

04 oct 2018 . Actualizado a las 09:12 h.

Pido la indulgencia a mis queridos detractores habituales, pero discrepo. Disiento de la interpretación sobre el estado de cosas en Cataluña. Donde la mayoría pone el énfasis en el chantaje de Torra a Pedro Sánchez -cierto, pero escasamente novedoso-, yo percibo un cisma colosal en la tropa separatista. Y esa fragmentación del buque secesionista me parece un avance, tal vez minúsculo, en la reconducción del conflicto.

El propio Torra está escindido en dos, doctor Jekyll y señor Hyde: su corazón le pide sangre contra los españoles que «solo saben expoliar» y su cerebro le aconseja no sacar los pies del tiesto para evitar el martirologio estéril. Con una mano alienta a los radicales de su laya -«apretad, no dejéis de apretar»- y con la otra los reprime. Zanahoria y palo. Te invito a la algarada y después te machaco. Y no con la policía del Estado opresor, sino con las porras de los Mossos d’Esquadra, los mismos que iban a constituirse, a las órdenes del mayor Trapero, en el embrión del ejército republicano.

¡Vaya si han cambiado las cosas! Incluso los términos de su chantaje denotan la frustración del monaguillo de Puigdemont. Su ultimátum -referendo de autodeterminación o ruptura con Sánchez- supone de facto una renuncia al 1-O. Invalida aquella farsa de las urnas chinas y desoye el supuesto mandato del pueblo catalán que le obliga a implementar la independencia. La coherencia está de parte de la CUP y los comités que tomaron la calle: referendo ya lo hubo, solo resta ejecutarlo.

La tropa secesionista está dividida, desorientada y más debilitada que hace un año. Lo dicen también las encuestas. La última, publicada por el diario La Razón, indica que los separatistas perderían hoy su mayoría absoluta, Torra-Puigdemont se desploman y ERC sube. Los días del president, salvo imprevistos, están contados.

Torra está atrapado en un dilema: o convertirse en traidor a su causa o repetir las andanzas de su jefe de filas con el desenlace bien conocido. Hasta ahora, ha logrado soslayar la disyuntiva con dos recetas contradictorias: retórica incendiaria para aplacar las facciones más belicosas del independentismo y gestos de distensión con el Gobierno de Sánchez. Un doble juego insostenible y con fecha de caducidad, sometido a los embates de ambos extremos. PP y Ciudadanos solo acusan recibo de la diarrea verbal de Torra, que consideran suficiente para reinstaurar el 155. Y el separatismo irredento solo percibe la distensión, que interpreta como traición y renuncia al mandato del 1-O: «¡República o dimisión!».

¡Qué bien le vendría a Torra una reedición del 155 en este momento! ¡Y cuanto más duro, mejor! Debe soñar con esa imagen: los tanques del Estado aplastan la autonomía catalana y él, libre como un pajarillo, sin ninguna imputación delictiva encima, se dedica a reunificar el ejército separatista, ejercer el apostolado y denunciar por todo el orbe la invasión colonial de Cataluña. ¿De verdad han calculado bien, los gurús de PP y Ciudadanos, su propuesta de aplicar un 155 meramente preventivo?