El precipicio venezolano

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

HANDOUT | Reuters

21 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia está jalonada de dictadores, reyes totalitarios, crueles conquistadores e ineptos gobernantes que hundieron en horrores y miserias indescriptibles a sus víctimas. Sin embargo, el siglo XX pareció superar con creces en cifras de muertos y malhechores a los antiguos. Así, sin olvidar el genocidio armenio, asirio y kurdo entre 1915 y 1923 a manos del Imperio Otomano, en Europa destacaron con luz propia Hitler y Stalin, seguidos por Ceaucescu, Mussolini y Franco; en Asia, Mao Zedong, seguido por Pol Pot y Sadam Huseín; en África, Bokassa, Idi Amin, Mobutu, Obiang; y en América, Fidel Castro, Pinochet y Videla.

Aunque algunos lograron morir de viejos, la mayoría de ellos sucumbieron a la fuerza. Pero, la seguridad de que toda dictadura tiene fecha de caducidad, no sirve de consuelo a aquellos que, en la actualidad, ven cómo su día a día se deteriora de manera inexorable, sin esperanzas de una solución inmediata.

Es este el caso de los venezolanos, cuyo país fértil y generoso sufre las penurias irracionales que el desgobierno de Hugo Chávez provocó y el de Nicolás Maduro está rematando. El férreo control de la tasa de cambio, la expropiación de todas las industrias, el colapso de la producción del petróleo, la enorme deuda externa, etcétera, han provocado que el país esté desabastecido y la moneda deba ser devaluada como si un juego de Monopoly se tratara. La hiperinflación de más del 12.000 % y la tasa de paro superior al 33 % hacen insostenible la vida en ese país, salvo para la cohorte de privilegiados que, ajenos al malvivir de la mayoría, quieren conservar su estatus a toda costa.

Venezuela languidece a manos de todo tipo de carroñeros y criminales. Los más afortunados han huido a Brasil, Perú o Colombia, donde sobreviven como refugiados, en ocasiones, indocumentados, mientras Maduro, chófer inepto, sigue conduciendo a su país directamente a un precipicio ante la impotente mirada del mundo.

La hiperinflación del 12.000 % y la tasa de paro del 33 % hacen insostenible la vida en Venezuela, salvo para la cohorte de privilegiados