Por qué te quiero tanto...

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

18 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Así, mas o menos, comenzaba la copla que cantaba Portugal, y se preguntaba dos estrofas mas adelante las razones que compendiaba en varios ítems. No recuerdo bien si era la canción Estudiantina portuguesa o si es un fragmento de una revista de Celia Gámez. Yo hago mía esa tesis declarando mi filiación lulista y proclamando con Teixeira de Pascoaes, olvidado escritor decimonónico nacido en Amarante, y formado como abogado en Coímbra antes de gestionar saudades en Oporto, que nosotros los gallegos «não somos irmãos, somos os mesmos». Sentimiento que comparto cada vez que visito Portugal.

Y celebro su capacidad para reinventar un crecimiento armónico para superar la visita de los hombres de negro cuando decretaron que el país estaba en crisis, su recuperación de Lisboa, antigua y señorial, la ciudad perfumada con canela y en la que se puede aprehender la luz de las amanecidas, pese a la locura especulativa en la que se ha instalado. Lisboa huele a ropa limpia tendida a la brisa de los barrios altos, como banderas ondeantes.

Un nuevo Portugal está ahí al lado, tomado por el turismo depredador, que todo lo coloniza y lo pervierte pero que en cambio genera riquezas demandadas para superar caídas económicas recientes.

Fui este verano, tras los pasos de Torga, estuve en la melancólica Coímbra de agosto, con memoria universitaria en cada una de las fachadas que miran al Mondego, visité Oporto con espíritu de turista, de guiri, haciendo cola en la librería Lello para comprar un libro del desasosiego que reuniera una antología de Pessoa y de Ricardo Reis y otros heterónimos, tomé un café y una copa de helado en el Majestic imaginando las páginas del Crimen del padre Amado junto a un virtual Eça de Queiroz, y dejé llevarme como en un barco que navega el Douro y mece con sus ondas el libro infinito de mi nostalgia.

Otro Portugal está siendo posible con un gobierno de pluralidades izquierdistas y una cabal presidencia de la República.

Haciendo esfuerzos ímprobos por situarse a la par que España, realizando malabares con una economía con demasiados desajustes que reivindica para el año próximo un salario mínimo de seiscientos euros en un universo de sueldos ochocientoseuristas.

El camino está trazado, el esfuerzo esta siendo solidario, el Portugal de las nuevas ciudades cruzado por tres ríos fundacionales, el Tajo, el Guadiana, el Duero. Portugal atlántico vigilante de todos los vientos, tierras de vino y pan llevar desde el Alentejo a Tras os montes guardando en un recodo del camino, donde da la vuelta el aire, la caja nutricia, la memoria del rey don Pedro donde se oculta la cartografía secreta de las saudades. Ay Portugal, por qué te quiero tanto...