Los restos que nadie quería

Venancio Salcines PROFESOR DE ECONOMÍA

OPINIÓN

27 may 2018 . Actualizado a las 09:50 h.

¿Qué hace un buitre? Se alimenta de los restos. ¿Perjudica a alguien? En principio, no, al fin y al cabo, adquiere lo que nadie desea. ¿Qué era lo que nadie deseaba hace unos años en España? Inmuebles. El motivo era muy sencillo, se había convertido en un activo en deflación. Y nadie compra algo que mañana vale menos que hoy. ¿Qué algún día acabará esa caída de precios? Sí, pero ¿quién asume ese riesgo? Al menos en España no había voluntarios para ello y fuera tampoco.

Recuerdo una comida en la ciudad de Damman con significativos empresarios saudís, en el año 2013. Las bolsas empezaban a recuperarse y ellos afirmaban: «Vemos a su país mejor que ustedes, háblenos de su sector inmobiliario». Y hablé, pero no fue suficiente. «Si la recuperación es tan evidente, ¿por qué aún no han llegado los grandes distressed funds?», inquirían. Los inversores que miden sus riesgos no aspiran a ser ni los primeros en entrar ni los últimos en salir, así que tocaba esperar. Y esto mismo pensaban otros muchos inversores de otros muchos lugares.

La verdad, salvo la desafortunada venta de viviendas sociales a Blackstone, por lo demás solo podemos afirmar que están cumpliendo con su misión principal, y esta no es otra que sanear los balances bancarios.

Limpieza de activos

Las entidades financieras, en el marco actual de tipos de interés, tienen un margen de intermediación muy reducido y, por tanto, no pueden soportar más provisiones. ¿Qué les toca? Expulsar del balance todos los activos inmobiliarios, que, además, a esta altura de la película, ya son los peores. Sus joyas de la corona se han ido vendiendo a lo largo de los últimos siete años.

Pero con esto no solo gana la banca, también ganamos todos ¿Cómo? Con la reactivación de las obras que están en curso. Ellos han sido los primeros que se han puesto a terminar trabajos y, con ello, han reactivado un sector impregnado de desempleados.

¿Que se van a hacer ricos con nuestras desgracias? Pues sí, han bebido de nuestros miedos, de nuestra desconfianza hacia nuestra propia economía y ahora se llevan el pago por haber comido los restos que nadie quería.