El Nobel de los priones

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

20 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque nos parezca mentira, hasta la segunda mitad del siglo XIX se pensaba que todas las enfermedades provenían de desequilibrios internos del cuerpo. El trabajo de Louis Pasteur fue clave para entender que existía algún tipo de vida diminuta (bacterias) que, desde el exterior, pasaba a nuestro cuerpo y lo hacía enfermar. Su trabajo abrió la era de oro de las vacunas y el impulso de la higiene como arma contra el contagio: una contribución científica que ha salvado un número de millones de vidas difícil de calcular.

A principios del siglo XX se descubrió que había un agente infeccioso más pequeño que las bacterias: los virus, que no pudieron ser vistos hasta la invención del microscopio electrónico en 1931. Parecía que se había completado el conocimiento básico sobre el origen de las infecciones. Pero a mediados de los años setenta, un neurólogo treintañero de los Estados Unidos, Stanley Prusiner, empezó a estudiar el origen de una extraña demencia. Tras muchos avatares, incluida la incredulidad de sus colegas, llegó a un descubrimiento asombroso: el agente infeccioso estaba constituido únicamente por una proteína, que tenía su forma alterada e imponía su molde a las demás; un contagio que funcionaba como una cadena de dominó.

Prusiner llamó prión a ese nuevo ente biológico. La impactada comunidad científica lo llevó al Premio Nobel de Medicina en 1997. El mal de las vacas locas, causado por priones, llevó su trabajo a la primera línea informativa. Esta semana estará en Galicia, para contarnos sus últimos avances.