La moral victoriana

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

La Inglaterra del tiempo de la reina Victoria estaba obsesionada con la moral, sobre todo sexual

04 feb 2018 . Actualizado a las 09:08 h.

Cuando se quiere hablar de una moral rígida, asfixiante, se habla de la «moral victoriana». Y es cierto que la Inglaterra del tiempo de la reina Victoria estaba obsesionada con la moral, sobre todo sexual. Por eso, cuando se quiere representar a un personaje como estricto y moralista, los caricaturistas dibujan un señor ridículo tocado con chistera o una señora vestida como la señorita Rottenmeier. Pero lo malo de las caricaturas es que exageran tanto los defectos que hacen que luego no los reconozcamos en nosotros mismos. Nuestra sociedad no es, quizá, mucho menos moralista que la de la Era Victoriana. De hecho, la premisa básica de entonces, que el mundo solo mejorará a base de prohibiciones, está ahora mismo de moda.

Podemos verlo en lo que ha sucedido estos días en un museo británico. Los encargados de la Manchester Art Gallery la han tomado con su propia colección de arte de la era victoriana porque, de repente, les parece inmoral. En concreto, la directora de arte ha ordenado descolgar y esconder un cuadro de asunto mitológico del siglo XIX, porque muestra a unas jóvenes desnudas. En su opinión, esta pintura convierte a la mujer en un objeto y puede inspirar sentimientos de acoso sexual. Ahí está la ironía: la moral victoriana, que se escandalizaba por todo, ahora nos escandaliza a nosotros.

El cuadro en cuestión es Hilas y las ninfas, de J. W. Waterhouse… Pobre Hilas, acusado de acoso sexual, cuando fue él el acosado, y además por partida doble. Primero fue Hércules, que mató a su padre y luego lo convirtió en su amante -como símbolo del heteropatriarcado no está muy bien elegido-. Luego, de viaje con los argonautas, le mandan a por agua a un estanque y allí quien abusa de él son las ninfas que lo seducen y se lo llevan. En una versión del mito, su desaparición significa que Hilas se ha vuelto inmortal. En otra, una ninfa se lo come de un bocado, literalmente, como si fuese un pescaíto frito. No es precisamente el caso Weinstein.

Waterhouse no está entre mis pintores favoritos, pero hay que reconocerle la maestría de su técnica casi fotográfica, el misterio de sus atmósferas enigmáticas. Para mí, lo verdaderamente inquietante del cuadro es que el pintor les da a todas las ninfas exactamente el mismo rostro, como en una pesadilla. Porque las ninfas no eran mujeres, sino seres mitológicos. Tampoco parece que la mirada masculina tenga mucho que ver con esto. Henrietta Rae, mujer pintora de la Era Victoriana, trató precisamente el mismo tema en Hilas y las ninfas acuáticas, y las ninfas están igual de desnudas. Pero la directora que ha mandado descolgar el cuadro tiene que saber estas cosas, si las sé yo. Cuando dice que «el arte de la era victoriana solo representa a la mujer como pasiva o mujer fatal» me cuesta creer que no haya recorrido las salas de su propio museo, donde hay cuadros de Millais y de Martineau que desmienten ese tópico. Es suficiente con mirar el arte del pasado con ojos limpios.

Precisamente, la Manchester Art Gallery dice que nos invita a «cuestionar las certezas de la era victoriana», pero yo creo que, considerando que la era victoriana ya pasó, sería más interesante cuestionar nuestras propias certezas. Sobre todo, porque puede que resulten ser las mismas. Quizás descubriríamos que se ha difamado al siglo XIX, y que el rigorismo moral es recurrente en la cultura humana. Cada cierto tiempo reaparece vestido con las ropas de una ideología diferente, siempre disfrazado de una causa noble. Y, mientras, el arte se dedica a hacer preguntas o simplemente a buscar la belleza.