No hay tiempo que perder

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Balance del procés: la derecha nacionalista del PDECat ha generado una crisis que deja escaldados a los independentistas por creerse el sueño que Carles Puigdemont convirtió en una pesadilla bufa. El líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, está en prisión por transgredir la ley que, como representante político, debería haber sido el primero en respetar y está pagando su delito con una dureza extrema. La izquierda anarco-nacionalista de la CUP roza la esquizofrenia ideológica pues no duda en apoyar a la derecha más oligárquica siempre que sea pro república, como si esta fuera a ser, por arte de magia, de izquierda y radical. La otra izquierda, llámese socialdemócrata, o socialista a la antigua manera, es decir, PSOE y Comunes, se han quedado sin discurso ante la eclosión sísmica de Ciudadanos, neoliberales puros y duros, no nacionalistas, rejuvenecidos y con el mayor número de escaños que jamás hayan obtenido en el Parlament. Y el PP casi desaparece en Cataluña, pero sale reforzado su Gobierno en España y ha conseguido poner a Mariano Rajoy al frente de la Generalitat.  

Este panorama era inimaginable hace tan solo tres meses y medio. La  hazaña secesionista ha sido nefasta para sus promotores porque no tenía fundamento, medios, ni estrategias realistas y realizables. La operación independentista se ha dado un tiro en el pie y pasará a un estado de letargo mientras se mantengan activos políticamente sus protagonistas. No en vano el ideólogo, Artur Mas, ha dado por segunda vez un paso al lado para volver a su bufete y defender otras causas, como buen Capitán Araña, que monta la tangana y se agazapa hasta ver el resultado. Si hubiera salido bien, sería gracias a él, pero como ha salido mal, la culpa es de los otros.

Hablando de culpas, Pablo Iglesias ha hecho una curiosa lectura de los malos resultados en Cataluña, porque reconoce que no lo hicieron bien sin explicar en qué consistió lo que estuvo mal. En el camino se le rompió el amor con Izquierda Unida y ha dejado a Ada Colau en una posición incómoda por demás, sabiendo que tiene que recomponer el perfil perdido y tal vez soñando con una Barcelona cada vez más ciudad estado, donde el mestizaje y el cosmopolitismo permitan un  voto cada vez más progresista y menos nacionalconservador. El espejismo de Miquel Iceta ha pasado al refrigerador y el inevitable cambio de liderazgo en el PP resulta irrelevante a tenor de los resultados que han cosechado.

Quedan muchas interrogantes por despejar pero ya va llegando la hora de poner los pies en la tierra, bajar el tono por parte de todos y, responsablemente, atender a los problemas reales e inmediatos de los ciudadanos porque no hay tiempo que perder. Es urgente recuperar la utilidad de la política y recomponer su imagen. Bastante desgastada está ya por la rapiña que exhibe sus vergüenzas en los juzgados, como para añadir tragicomedia a tanta desazón.