«Mentiroso é»

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

07 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El asesino confeso de Diana es un mentiroso. Lo ha confirmado su padre con una inexplicable sonrisa. «Ay, mentiroso é», ha dicho. Y varios amigos relataron que es de esas personas en las que no se puede confiar, una de esas en las que la verdad rebota. En realidad hay un umbral aceptable de mentiras. Está calculado que todos faltamos a la realidad un puñado de veces al día. Es un mecanismo de adaptación al medio y por tanto un rasgo de inteligencia. En las estrategias de supervivencia no se tiene en cuenta la moral. La naturaleza es despiadada, nada que ver con el azúcar o la complacencia, y por ahí el ser humano demuestra su complexión de especie desarrollada. Mentir te puede hacer más fuerte. En los niños es un rasgo de maduración, un recurso mental sofisticado. Pero al crecer aparecen los límites. El mejor relato de hasta qué oscuro territorio te puede llevar una vida de simulación lo escribió Emmanuele Carrère en El adversario. Es la historia real de Jean-Claude Romand, un impostor total. La primera trola la entendemos todos: le cuenta a sus padres que aprobó una asignatura que en realidad estaba suspensa. Es la chispa para percatarse de lo práctico que puede ser mentir. El mundo se adapta a tus necesidades. Encadena una bola con otra. Y en un punto él mismo se convierte en una gran mentira, una inmensa ficción que se cierra de la forma más brutal. Esas personas existen. Mujeres y hombres que difuminan la realidad para atraparnos a los demás en su niebla. Actúan como escritores que van corrigiendo borradores, se inventan quiénes fueron de niños y qué hicieron ayer. Cuando los descubres, lo que más inquieta es su frialdad. Repasas todas las patrañas y recuerdas la naturalidad con la que te fueron colando sus grandes relatos. Y piensas que alguien que miente así es capaz de cualquier cosa.