Masculinidades

Jorge G. Marín TRIBUNA

OPINIÓN

19 dic 2017 . Actualizado a las 08:11 h.

¿Qué pasa en una sociedad donde diez hombres se sienten legitimados para acorralar y atacar sexualmente a una joven? No perdamos el tiempo buscando explicaciones fuera de lo que es el sistema patriarcal y la cultura del privilegio masculino que justifica que los hombres encuentren su razón de ser en la cultura de la violación. Sobran datos que demuestran que el suceso de A Estrada es uno más (que como hombres nos deberían avergonzar) de los que a diario suceden en nuestras avanzadas sociedades modernas. Nuestras practicas masculinas son herederas de un sistema de posicionamiento social basado en la dominación, el poder y la agresividad. Los datos de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea publicados recientemente son impactantes: un tercio de las mujeres europeas de entre 18 y 74 años (unos 62 millones) han sufrido algún tipo de abuso físico; una de cada diez ha sido agredida sexualmente, y una de cada veinte ha sido violada alguna vez en su vida.

Las masculinidades hegemónicas agresivas continúan sometiendo a las mujeres a través de diferentes violencias. Masculinidades desubicadas en un mundo donde las mujeres han comenzado a conquistar el espacio social que siempre les hemos negado. El «malestar de las mujeres», reseñado por Betty Friedman en los cincuenta, se ha convertido en el malestar de los hombres del siglo XXI por el poder perdido. Estas manadas salvajes viven de imaginarios masculinos del antiguo orden sin darse cuenta de que, tres olas de feminismo después, nuestro modelo masculino debe redefinirse.

¿Cómo aprendemos a ser hombres machistas y violentos? Fundamentalmente a través de las masculinidades que se vehiculan en los relatos de Disney (hombres al rescate), Hollywood (con toda su colección de héroes masculinos), cantantes actuales como Bad Bunny, o con las masculinidades de los videojuegos mas demandados (aquí mencionaré el GTA San Andreas, cuya diversión es ir matando prostitutas). Comencemos a coeducar desde la educación infantil y no sigamos reforzando y tolerando las masculinidades de la cultura de la violación.