¿Ciudadanos se come al PP? En Galicia, no

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

10 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El magnífico Diario de campaña de Gonzalo Bareño con que nos agasaja La Voz en los comicios catalanes, titulaba el pasado jueves: «Ciudadanos se está comiendo al PP». Su autor argumentaba el título de modo magistral. Y no solo extendía a Cataluña la debacle popular, sino que hacía cábalas sobre su diseminación y efectos sobre Mariano Rajoy. Eso es lo que no han medido los asesores de Moncloa en sus consejos sobre la crisis catalana: el daño al partido que sostiene al Gobierno y, como consecuencia, el engrandecimiento de Albert Rivera y Ciudadanos. No será por que algunos no hayamos escrito sobre tal asunto. Desde el comienzo del delirio catalán se ha especulado con la necesidad de que el PP fuese al 155 con convencimiento, y sin medias tintas, en aras de la defensa de la unidad de España y de la Constitución. Mariano Rajoy tenía todo en su mano para afirmar desde el primer momento que aplicaría la ley costase lo que costase, solo o acompañado. Y en la elisión del sintagma final va su gran error. No lo dijo. Y por ello permitió que Ciudadanos lo adelantase por la derecha consintiendo, para vergüenza de la mayoría de los votantes populares, que Sánchez lo chantajease con la reforma constitucional. Ahora está intentando dar marcha atrás en tal reforma con argucias propias de su personalidad política. Pero el daño está hecho. Y del laberinto no va a poder salir indemne, ni él ni su partido. Porque el problema constitucional en España no es que se reforme la Constitución, sino que se aplique en todos sus artículos y preceptos. Esos que Antón Sánchez, diputado de En Marea, calificó como papel mollado». Con estos dirigentes en la oposición, si Núñez Feijoo se presentase mil veces, mil mayorías absolutas obtendría. Sin embargo el gran mérito de Feijoo no es tener enfrente una oposición que da miedo escucharla, sino adueñarse de un espacio electoral mayor incluso que el ocupado antaño por Manuel Fraga. El Partido Popular de Galicia ha sabido escapar de la tentación de lo políticamente correcto y actúa sin complejos. Llama a las cosas por su nombre. Lo hace con el cupo vasco y lo ha hecho siendo el primero en denominar como golpistas a aquellos a los que algún ministro, De Guindos o Dastis, veían con ojos fraternales. El primero ofreció un pacto fiscal después del uno de octubre y el segundo dijo que habría que «acomodarlos» en la Constitución. Y, con estos mimbres, se construirá el futuro del PP español, que no promete ser demasiado halagüeño. Han engrandecido a Rivera, están perdiendo sus votantes de base (los conservadores) y pretenden proseguir con sus complejos ante el separatismo y, por supuesto, ante los poderes mediáticos de la izquierda. El PP de Galicia, por fortuna para su propio grupo y también para el país que gobierna con mayoría absoluta, no se ha sumado a esta deriva laxa y apocada de Moncloa y del partido en Madrid. Sigue hablando con transparencia. Y no aplaude tanto como hace unos meses a la cúpula. Quizá ellos han visto, como el Diario de campaña de La Voz, que Ciudadanos se está comiendo al PP. Albiol será su primer yantar.