Palabras ómnibus

Francisco Ríos Álvarez
francisco ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

02 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando entrenaba a la selección inglesa de fútbol, Fabio Capello dijo que para entenderse con sus jugadores no necesitaba más de cien palabras. Parecen muy pocas, si bien es cierto que solo hablaban de fútbol. La cifra no está muy alejada del número de voces que manejan algunas personas. Un estudio indica que los adolescentes de cierto país hispanohablante tienen un vocabulario de 307 palabras. Los de otro solo emplean 254.

Una persona conoce muchas más palabras de las que emplea, y estas varían en función de la cultura de cada uno y de su actividad. A un escritor, un periodista o un profesor se les supone un caudal léxico superior al que utilizan, por ejemplo, un futbolista o un trabajador manual. Pero, en general, se observa una preocupante pérdida de vocabulario.

Una de las manifestaciones de la pobreza léxica son las palabras ómnibus, también conocidas como palabras baúl y comodín. Son las que valen para casi todo. Quizá la más empleada sea cosa. Todas son cosas, desde la cosa que en ciertos actos lleva la reina en la cabeza (una tiara), a la cosa que le salió a un cuñado en una axila (un golondrino), pasado por la cosa que un fumador pide que le acerque un contertulio (un cenicero). Pero no se queda ahí la cosa, pues cosa alterna con coso, chisme, aparato, cacharro, eso... Todos absolutamente inadecuados para que el receptor del mensaje sepa que le hablan de un tenedor, un tapón, un receptor de radio o un taladro a no ser que un gesto señale el objeto en cuestión.

¿Se han dado cuenta de que quienes antes tenían perro, gato o pájaro ahora solo tienen mascota? Los que han reducido su léxico zoológico a mascota seguramente están escondiendo su temor a no saber nombrar algunos de los bichos que la gente del siglo XXI cobija en sus casas, desde reptiles a puercos... Eso sí, todos de origen exótico.

Hubo un tiempo en que uno se iba a dormir con su esposa, su esposo, su mujer, su marido o su amante (quienes la o lo tenían). Hoy parece que solo existe pareja, de tal manera que cuando una persona le presenta su pareja a alguien este no sabe qué clase de relación las une.

En casi todos los campos de la actividad humana se han hecho fuertes palabras ómnibus, desde tema a realizar, desde fenomenal y fantástico a guay. Pero quien no se resigne a convertirse en un indigente cultural tiene recursos para evitarlo, el principal de los cuales es, además, un placer: la lectura.