Los enamorados de la democracia

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

02 nov 2017 . Actualizado a las 07:39 h.

Cataluña está dividida en dos mitades. Y las dos son Cataluña, demoledoramente desolada. Una por el insensato avance del proceso soberanista y la otra porque se han destrozado todas sus ilusiones tan falsamente alimentadas. Por eso sorprende que Oriol Junqueras, tan en sombra, se reivindique como un enamorado de la democracia como argumento para concurrir a las elecciones del 21 de diciembre.

Enamoramiento que no se ha visto en las sesiones del Parlamento de Cataluña que aprobaron las leyes de desconexión, ni en la dirección del proceso independentista residenciada en un oscuro sanedrín ajeno a las estructuras de los partidos del gobierno, ni en la decisión de ceses en el Gobierno de la Generalitat de aquellos consejeros discrepantes. Por no hablar de las deslealtades de última hora con su Presidente y de la activación de las redes sociales para torcer su decisión, tan acertada como efímera.

Enamoramiento de la democracia que olvida que no hay democracia si se salta la ley y se deprecia a las minorías. Enamoramiento de la democracia que se enreda y titubea ante la realidad dividida en exiguas mayorías y que sin embargo no permitió un quiebro reflexivo aquel jueves, 26 de octubre, cuando, en palabras del dimitido consejero Santi Vila, había una decisión tomada de madrugada de disolver el Parlamento y convocar elecciones. Decisión ajena por una vez a ese poco democrático sanedrín del proceso, tan trufado de fuerzas vivas, y en la que, aún sin garantías totales por parte del Gobierno, se daba por hecho que no habría aplicación del artículo 155 de la Constitución contra el desafío secesionista.

Aplicado finalmente ese artículo 155, la decisión inteligente del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy de convocar elecciones autonómicas para un día después del señalado en aquel acuerdo abortado, permitieron que su aplicación se asumiera como punto de partida para restaurar las instituciones autonómicas, antes que intervención de las instituciones catalanas. Horizonte al que es necesario añadir el acuerdo de la comisión en el Congreso de los Diputados para la evaluación y la modernización territorial del Estado, de tan obvia necesidad.

Queda un recorrido político complejo derivado de las estridencias desarrolladas por Carles Puigdemont con su abandono de Cataluña, su rocambolesca ida a Bélgica y su repetido discurso victimista, en tanto no ayuda a clarificar las posiciones políticas diferenciadas dentro del soberanismo. Sin olvidar tampoco el recorrido judicial iniciado por la Fiscalía General ante el Tribuna Supremo y la Audiencia Nacional, con su posible incidencia en el desarrollo electoral.

Y todo ello a la espera de las posibles estrategias electorales y las confluencias o rupturas entre próximos que se puedan realizar con vistas a los comicios. Superadas estas y otras dificultades el 21 de diciembre quizá los enamorados de la democracia acepten que en democracia no vale todo, respeten las instituciones representativas y acaten las reglas que se ha otorgado a sí misma la ciudadanía ante una realidad plural que, con certeza, existe y precisa diálogo.