¡Ka mate! ¡Ka ora!

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

22 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Como en un relato apocalíptico o un cuento de Antón Castro, a veces se ven pasar ballenas desde la costa. La furia destructora del fuego arrasa el país no porque un ejército enemigo o un dios justiciero, como el Yavé de Sodoma o el de las plagas de Egipto, decida exterminarnos, sino por unos ínfimos, modestos canallas que no son nada. Allá a lo lejos se ve el resplandor de la revolución catalana. Junto al mar de Homero, dos millones de burgueses quieren la independencia y mantienen como rehenes a otros tantos millones de sus vecinos. Pero de repente llueve y las plantas que quedan todavía se alegran y reverdecen, las vacas mugen con la prudencia y la sensatez de siempre, y los pacientes de los hospitales reciben un órgano que les va a permitir seguir tomando el aperitivo (una caña y una tapa de tortilla, que de eso trata en realidad la vida) y hablando de Cataluña. El viernes en Oviedo, otra ciudad que los catalanes de la CUP se dejan en el plato junto a las espinas del pescado, los jugadores de la selección neozelandesa de rugby, los hombres de negro, danzaron su haka maorí mientras decían de sí mismos: «Este es el hombre que trajo el sol y lo hizo brillar de nuevo». Los gallegos y los catalanes somos individualistas, cada uno a su manera. Pero tanto aquí como allí hay grandes equipos de rugby, que es el juego del honor y de la luz, de la amistad y la bravura. Y cuando uno ve un partido de rugby comprende cómo se formaron los pueblos. Hombro con hombro, respetando al rival, celebrando la victoria o la derrota, la lucha, la vida.