El vituperio y la flojera

Xose Carlos Caneiro
xosé carlos caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

21 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Los gobernantes catalanes, los visionarios actuales y los anteriores, han embarcado a Cataluña en una nao de rumbo incierto. Esta singladura (similar en su delirio a la que relata Conrad en El corazón de las tinieblas) no solo va a dañar su propia economía, sino que afectará a la nuestra. Y no les importa lo más mínimo. Es tierra extraña Cataluña. Cuanto más leo su historia, menos entiendo a los independentistas: su tendencia a la queja constante y el victimismo. Suelen ser pueblos cobardes los que se instalan en el gemido. De Galicia lo decían. Incluso algunos aún percuten en el error de considerarnos un pueblo agachado, de cabeza baja, que emigra antes de protestar. Esa es una sentencia célebre que junto a la melancolía, la nostalgia, el eterno asentamiento en lo ido, nos ha hecho daño históricamente y todavía nos lo sigue haciendo. Emigramos no por no protestar, sino porque somos valientes. Gente de escasa cultura, muchos analfabetos, se echaban el fardo al hombro y se desplazaban a países de los que no comprendían ni su lengua. Gente excelente, generosa, intrépida y arriesgada: los gallegos. Es la historia quien nos trató mal. Pero los procesos históricos tienen siempre su razón, causas y consecuencias. La tragedia del pueblo gallego en la edad contemporánea partió de fines del siglo XVIII. Nuestra población, poco antes de la revolución burguesa de Francia, rondaba un millón trescientos mil habitantes. Los catalanes eran poco más de ochocientos mil. Representábamos a una sociedad que había sido capaz de doblar su población desde principios del siglo XVII y nuestra riqueza natural facilitaba la autosuficiencia. Teníamos pescado con sus salazones, una ganadería saneada, minería y lino. Pero nos hundieron decisiones ajenas a Galicia y a nuestra riqueza. En primer lugar, el ferrocarril. Porque siempre fuimos los últimos en recibir los obsequios del Estado. Así, mientras la siderurgia vasca y la industria fabril catalana crecían, nosotros menguábamos. Y no porque fuesen más astutos o trabajadores que nosotros, sino porque el Estado los favoreció con los nuevos impuestos (sustitutos de los eclesiásticos), los aranceles a productos que pudiesen competir con los catalanes (la industria del algodón) o la protección a la siderurgia vasca. Los vascos nunca quisieron ser víctimas de nada. Los catalanes, sí. Siendo los más favorecidos por el Estado, siempre han sido desleales con él. Se levantaron, gracias a su burguesía, en períodos democráticos. Callaron en las dictaduras. Y no tuvieron reparo en darse la vuelta cuando la ocasión lo requería: los burgueses que impulsaron la declaración de su república en 1934 fueron los primeros que apoyaron a Franco en su dictadura. Paradojas de la historia. El resto es actualidad: se declaran víctimas del autoritarismo y la represión. Es la ley, pero ellos la vituperan. Es la ley, y habrá que empezar a cumplirla de una vez. ¿A qué espera el Tribunal Superior de Justicia catalán para actuar? ¿Por qué ha demorado y demora (se reúne el Senado el día 27) la aplicación del 155? ¿El PP es consciente de que, con su actuación laxa, está defraudando a la inmensa mayoría de sus votantes? El vituperio y la flojera.