Sobre la dinamita

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

08 oct 2017 . Actualizado a las 08:30 h.

Mientras Puigdemont, con un vestido de colegiala, medias blancas y zapatos de charol, avanza sobre el arco iris hacia la independencia del brazo de Junqueras, el león cobarde, y de Anna Gabriel, el hombre de hojalata, el escritor inglés Ishiguro y su editor catalán Jorge Herralde reciben el premio Nobel de literatura. A mí me gusta este premio porque hermana la ciencia con la cultura y con las explosiones. A Nobel se le deben explotaciones mineras, carreteras y magnicidios y él comparte su gloria con unos tipos que cuentan historias a sus contemporáneos o a sus bisnietos: los escritores. Entre ellos están muchos de los grandes y algunos de la palada de arena. Están por ejemplo Kipling y Anatole France, Thomas Mann y Galsworthy, Faulkner y Hemingway; Camus o Naguib Mafuz. Nosotros tenemos, ya lo saben ustedes, a Juan Ramón, a Vicente Aleixandre, a Cela (no se sabe muy por qué, también a Benavente y al lejano Echegaray) y, abriendo un poco la mano, a Neruda, a García Márquez, a Saramago, en fin, a Marito. Dos madrileños, dos andaluces y un gallego. Catalanes, ninguno, vaya por Dios. 

Los hay, claro, que se quedaron fuera y son famosos por ello: Borges. Yo hubiera querido que el premio de Juan Ramón se lo hubieran dado también a su mujer, Zenobia Camprubí, y que el de Churchill, en el año 1953, lo hubiera ganado Karen Blixen, pero para eso tendría que haber sido yo quien hubiera inventado la dinamita. En fin, viva la literatura y viva Kazuo Ishiguro (...somewhere over the rainbow...).