Ataque preventivo de la URSS

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

03 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? era el título y el estribillo de una popular canción de la movida de los ochenta, que de forma jocosa hacía alusión a uno de los miedos recurrentes de la época, un ataque furibundo e inesperado de la Unión Soviética en un mundo al borde de la destrucción. El holocausto nuclear al que hacía referencia la tonadilla de Polansky y el Ardor (así se llamaba el grupo autor de la balada) nunca tuvo lugar, pero no he podido evitar acordarme de esta letra tan anacrónica hoy en día cuando constatamos que aunque la URSS ya no exista, Rusia, su heredera en el mundo geopolítico, está llevando un ataque preventivo con todas las de la ley contra occidente, bajo nuestras narices y sin ningún disimulo. Y de momento, aparte de dar la voz de alarma, nadie sabe muy bien qué hacer.

Afortunadamente, las armas de este ataque del siglo XXI no son tanques, divisiones de infantería o misiles nucleares, sino un ordenado y aplicado ejército de hackers, ciberactivistas y plataformas propagadoras de noticias de credibilidad discutible, que buscan por todos los medios crear confusión, división en la opinión pública y en última instancia generar el caos suficiente como para que las decisiones colectivas que se tomen en los países de Occidente beneficien de una u otra manera a Rusia. Una sutil manipulación de la opinión pública que siempre beneficia a la misma mano, que consigue lo que quiere sin tener que pegar un tiro.

La primera noticia que tuvimos de esta hábil ofensiva fue a mediados del pasado año, cuando el Reino Unido votó sobre su permanencia o no en la Unión Europea. Entonces sorprendió el incansable número de tuiteros, noticias y rumores a favor de la salida de los británicos, apoyados por personalidades como Assange o Snowden. Esta misma avalancha se produjo en las elecciones americanas a favor de Donald Trump, hasta el punto de que el «escándalo ruso», como se le llama allí, está sujeto a la investigación de un fiscal especial y es una herida abierta en el costado de la Administración Trump, con consecuencias aún por descubrir.

Y ahora, en estos días tan intensos y convulsos, sorprende el desembarco de la armada virtual rusa en el conflicto de Cataluña. Una mera consulta demuestra que el ejército de bots radicado en el país eslavo está enfocado en nuestra nación, que los portales de noticias indirectamente vinculados al Kremlin como RT o Sputnik tienen el conflicto catalán como tema de excelencia, fomentando sin tapujos la causa independentista y que activistas como los antes citados Assange o Snowden han puesto todo su empeño en el asunto. Nadie dice que Putin cree esos conflictos, ojo, que eso es cosa nuestra, pero sí que aprovecha estos para alimentar la hoguera con abundante gasolina.

El nexo común entre todos estos casos es evidente: a Rusia le interesa un Occidente dividido, débil y enfrentado entre sí. No es que a Putin le haya entrado un súbito fervor catalanista, sea un ardiente defensor de la singularidad británica o que sintonice con las ideas conflictivas de Trump. Su único objetivo e interés es que las energías de las democracias occidentales se consuman en violentas luchas intestinas y le dejen a la Madre Rusia el campo libre para, paso a paso, ir moviendo sus piezas por el viejo tablero una vez más. Y, nobleza obliga, hay que reconocer que la jugada le está saliendo condenadamente bien.