Un rayo de luz en un juzgado

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

24 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Su paisano, Federico García Lorca, habría visto en ella la historia y el pulso de las mujeres que inspiraron sus creaciones. Juana Rivas decidió presentarse ante el juez de guardia del Juzgado de Instrucción número 9 de Granada, José Luis Ruiz Martínez. La Justicia -de suyo ciega- parecía totalmente sorda para ella y en este juez ha creído encontrar al ser humano que necesitaba, dispuesto a escuchar su testimonio, o lo que sus detractores llaman «versión interesada de los hechos». Es pronto para pronosticar cómo se desarrollarán los acontecimientos, pero lo sucedido hasta ahora da mucho que pensar por la progresiva alarma social y posiciones muy enfrentadas.

Mariano Rajoy, que no es especialmente locuaz en cuanto a los problemas de las ciudadanas, recomendó ponerse en la piel de la mujer a la que iban a arrebatar a sus criaturas. Otra cosa será que su palabra tenga predicamento en el Ministerio Público, que parece avalar el empeño del padre de devolver a sus hijos al paraíso del que huyó, imprudente y osada, esa madre que se paseó por las casas de media España, como una delincuente que elude la acción de unos procedimientos judiciales en entredicho. Francesco Arcuri tiene, también, el apoyo de quienes desean impedir a toda costa que lo que llaman «ideología de género» se cobre una pieza en forma de victoria de la razón por encima de la burocracia judicial. Si consigue su propósito, pasará al santoral de los héroes de la misoginia más recalcitrante.

Hay quien dice que Juana no es creíble porque se la ve firme y entera, con un comportamiento no apto para las auténticas sufridoras, que suelen tirar la toalla ante la insuperable fatiga que produce tropezar una y otra vez con el muro infranqueable -y no siempre perceptible- de las barreras patriarcales que nos acompañan. Incluso la califican de arrogante por seguir la senda de aquellas locas sesenteras que querían controlar su capacidad reproductiva -y lo consiguieron- a base de sumarse a quienes eran juzgadas y condenadas como criminales porque una ley las metía, legalmente, claro está, en la trena.

En nuestra reciente democracia, movimientos como la insumisión al servicio militar obligatorio o a las restricciones que se quisieron hacer al aborto están frescas en la memoria. Son algo más que palabrería progre, pues este tipo de resistencias han producido buena parte de cambios sociales de indiscutible relevancia. Luther King consideraba que quien infringe una ley porque su conciencia la considera injusta, y acepta voluntariamente una pena de prisión, a fin de que se levante la conciencia social contra esa injusticia, hace gala, en realidad, de un respeto superior por el derecho. No seré yo quien se lo discuta. Ojalá el rayo de luz que Juana Rivas creyó ver en su comparecencia, sea algo más que una ilusión óptica.