«¿Papá, de qué equipo somos?»

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

OPINIÓN

03 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Para fichar a Neymar, lo primero es convencer a su padre con el color del dinero. El Barça lo vio claro, cuando el chaval estaba a un paso de firmar por el Real Madrid. Consiguió que cambiase el Bernabéu por el Nou Camp, al abrigo de una de las operaciones más fulleras de cuántas se pueden rescatar en la larga historia del fútbol. El pasado verano el PSG hizo el primer intento serio por llevarse al jugador. Algo falló en la negociación con el progenitor, que hizo un quiebro y lo que acordó fue una renovación azulgrana, incluida una prima de 26 millones para él, que ahora el club ha decidido poner en modo de espera. Porque ni el mejor tahúr hubiese conseguido cobrar esa cantidad en julio y llevarse al jugador al PSG en agosto, incluyendo otra comisión todavía más sustanciosa (aún está por ver si logra cuadrar el círculo).

Los 222 millones de la cláusula de Neymar superan al presupuesto conjunto del Deportivo, el Celta y el Espanyol en el curso 16/17. El Barça se enoja; el PSG avanza sin explicar cómo va a sortear el fair play financiero; el padre de Neymar se deja ver sin rubor ni pudor; el hijo calla, otorga y encabrona; y la vida sigue, porque el fútbol parece poder con todo, por más que suene a obscenidad y burbuja. Lo más inexplicable es que, si el club francés accede a acometer semejante desembolso, resulta innecesario tanto ruido y tanto despropósito. Hubiese bastado un breve discurso: «Señores, ha sido un placer, pero el PSG me ofrece una oportunidad irrenunciable».