El Congreso no es la sala de apelación

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

28 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La reacción del PSOE a la declaración de Mariano Rajoy como testigo en el caso Gürtel recuerda a la de aquellos equipos de fútbol que, convencidos de que ganarán por goleada, ven cómo el rival sale del campo vivo y coleando mientras ellos buscan coartadas para justificar el petardazo. ¡El árbitro no nos dejó hacer nuestro juego! ¡La posición en el campo favoreció al rival! ¡Nos pitaron demasiadas faltas y al otro se le dejó hacer lo que quiso! La pretensión de obligar ahora al presidente del Gobierno a comparecer en el Congreso para tratar de conseguir allí lo que la manifiesta torpeza del abogado de Adade y la impericia de los letrados del PSOE no logró en el juicio, es decir, pillar en renuncio o mentira a Rajoy, es una clara señal de su frustración. De lograr su objetivo, completarían el círculo que supone utilizar la Justicia con fines políticos y, una vez fracasado el intento, usar la política para enmendar lo ya visto en un juzgado. Ignoro qué errores imaginaba el PSOE que iba a cometer el testigo Rajoy en una declaración en la que la acusación lo trató como a un reo, pero su estrategia era bastante previsible. Nunca me ocupé de las cuentas del PP y, por tanto, no tengo nada que ver con la financiación del partido, sea legal o ilegal. Esta versión les puede parecer a muchos poco creíble. Pero en democracia, afortunadamente, para acusar a alguien de algo hay que tener pruebas. Y, si existen, deben ser los jueces los que las valoren para condenar o absolver.

La indignación de los socialistas por el hecho de que Rajoy asegure desconocer todo lo relativo a la financiación del PP demuestra por otra parte un cinismo notable. Gustará más o menos, pero es la respuesta de manual que dan todos los dirigentes de los partidos acusados de financiarse ilegalmente. «Me enteré el día que apareció en los medios de comunicación», dijo Felipe González en 1993 sobre Filesa, una trama de financiación ilegal del PSOE por la que los parlamentarios socialistas Josep María Sala y Carlos Navarro, entre otros, fueron condenados a penas de prisión por falsedad y asociación ilícita, dado que no existía el delito de financiación irregular. Cuando en 1997 fueron llamados a declarar en el juicio, Felipe González y Alfonso Guerra, secretario y vicesecretario general en el momento de los hechos, aseguraron que nunca se ocuparon de la contabilidad del partido. «¿Se imagina usted a un presidente del Gobierno yendo a Ferraz todos los días a mirar los apuntes contables del libro mayor?», testificó González. No sé si les suena. Guerra declaró que «jamás» se ocupó de las finanzas del PSOE. ¡Guerra!, que dirigía con mano de hierro todas las campañas electorales.

Sorprende también la indignación de los socialistas por la falta de beligerancia del PP contra Luis Bárcenas, dado que el PSOE no solo no cuestionó jamás a Josep María Sala, sino que cuando salió de la cárcel le premió con un puesto en la ejecutiva del PSC. Y como secretario de formación, nada menos. Convendría por tanto algo menos de cinismo y no convertir el Congreso en una sala de apelación para enmendar a los tribunales.