Me has dejado temblando

Mar Castro AL DÍA

OPINIÓN

08 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pilar Canicoba

Lo veo venir, decidido, seguro de lo que quiere hacer, con su mano derecha adelantada, preparada desde la distancia para la acción a ejecutar. Su mirada puesta en mí, inalterable, y una sonrisa social fija en su boca. No lo duda, aprieta mi mano firme y, sin perder de vista mis ojos, la sube y la baja siete veces sin soltar en ningún momento su presa -¡como si pudiera escapar!- y sin percatarse del gesto contenido de dolor que mi cuerpo delata ni de los bailes a los que someto mis dedos maltrechos para recuperar la circulación. 

Ignora mi osado interlocutor que mi condición de mujer me otorga preferencia en el tipo de saludo a ofrecer.

El valor simbólico del saludo como forma de reconocimiento y cordialidad, y primitiva demostración de no agresión, es aceptado en todas las culturas y tradiciones. Su ausencia o negación evidencia, como mínimo, descortesía o enojo. El apretón de manos es un tipo de saludo cuyo nombre indica claramente cómo se materializa. Mirada y sonrisa son sus ingredientes básicos, con independencia del tipo de distinción que ofrezcamos. La brevedad y firmeza que caracterizan su puesta en práctica son totalmente compatibles con la delicadeza y la naturalidad que debe incorporar.

La presión que se ejerce sobre la mano ajena, el número de veces que se eleva y baja la mano apretada, el soporte que recibe de su compañera en la tarea de transmisión de emociones y la duración del contacto envían, en ocasiones, mensajes contradictorios. Escapa de las manos blandas, que ofrecen un imagen poco favorable -inseguridad y desconfianza-, de los saludos a dos manos, salvo que lo realices con personas de tu confianza, y de los abrazos sonoros, que dejan la espalda maltrecha y ganas de alejarse cuando te ven venir: amigos, sí, pero la integridad física tiene prioridad.

Saludo tradicionalmente típico de los varones, se ha posicionado universalmente como el más recomendado en los contextos profesionales con independencia -salvo excepciones- del sexo y condición de los participantes. Existen lugares en el mundo en los que no es aconsejable que un hombre ofrezca formalmente su mano a una mujer nativa. Donde fueres haz lo que vieres es una recomendación fantástica para salir del paso de situaciones en las que desconocemos cómo actuar.