Por qué el 1 de mayo no es lo que era

OPINIÓN

01 may 2017 . Actualizado a las 09:34 h.

Más allá de ser un día de vacación, fabricante consentido de suculentos puentes laborales, el 1.º de Mayo, la antigua fiesta internacional del trabajo, ha quedado reducido a una Fiesta de Exaltación de las Burocracias Sindicales. Porque las manifestaciones rituales que hoy recorren las calles solo acogen a empleados y delegados sindicales -con sus familias y amigos- que afirman con más fervor la necesidad de una estructura sindical esclerotizada y oficialista que la unidad y solidaridad de las reivindicaciones obreras. La estética actual del 1 de mayo es más rancia que el unto viejo, y está más alejada de los asalariados que las socorridas jaculatorias que dice el Gobierno -«crecer y crear empleo»- en cualquier lugar y por cualquier motivo.

El 1.º de mayo no es ya lo que era. Y en ese derrumbe estrepitoso intervienen algunas razones que conviene recordar. La primera, que, en contra de las proclama clásicas, y de los himnos y las cartelerías rituales, el 1.º de mayo nunca fue la fiesta de todos los trabajadores, sino la exaltación de los proletariados industriales y urbanos que, beneficiados por su concentración y su organización sindicalista y política, constituían un formidable grupo de presión -en favor de sus propios intereses- que apenas repercutía en los otros trabajadores -campesinos, pescadores, jornaleros, empleadas de hogar, autónomos y empleados de las pequeñas empresas-, que, en términos generales trabajaban y se jubilaban en peores condiciones.

Esta especialización sindical, que fortalecía a los sindicatos, aceleraba su crecimiento y politizaba fuertemente el movimiento obrero, acabó excluyendo de la fiesta a técnicos, profesionales, burocracias medias y altas, y trabajadores de las pymes, que, además de ser la mayoría del empleo actual, reflejan con más fidelidad la imagen y la tipología de los actuales trabajadores de la industria que aquellos estereotipos de mono azul, llave inglesa y aceitera que tanto cultivaba el viejo sindicalismo. Los sindicatos, digámoslo claramente, ya no disponen de una clientela típica. Y por eso han derivado hacia acciones puntuales, intensamente clientelares, que anteponen la casuística y el localismo de los problemas a la idea de unidad y solidaridad del antiguo obrerismo.

El último problema es que los sindicatos están más burocratizados y son más inmóviles que la política; se legitiman sobre una cooptación de líderes que se apegan al poder como las lapas; y que en casi nada responden a las necesidades e inquietudes de una clase trabajadora moderna y especializada, muy competitiva y diversificada por sus empleos, políticamente plural, y muy alejada de la clásica confrontación entre obreros y patronos que algunos reivindican. Por eso me temo que el 1.º de mayo sea ya una reliquia. Como una Feria Medieval, o la Fiesta de la Vendimia.